COLOMBIA:

 

Informe Estadístico de Derechos Humanos  - 2003

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

COMITÉ PERMANENTE POR LA DEFENSA DE LOS DERECHOS HUMANOS CPDH.

 

 

 

 

 

25 Aniversario

 

Por el Acuerdo de Intercambio Humanitario

Y las Libertades Democráticas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Índice

 

 

 

Presentación

 

Situación General

 

Precisiones preliminares

 

El debate sobre las cifras

 

Masacres

 

Homicidios Políticos

 

Homicidios Societales

 

Desaparición Forzada

 

Detenciones arbitrarias

 

Amenazas políticas

 

Mujeres Víctimas de Violaciones de los Derechos a la Vida y Libertad  Personal

 

Menores de Edad Víctimas de Violación de los Derechos a la Vida y Libertad

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Presentación

 

 

 

El Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos  - CPDH - entrega el presente informe estadístico de derechos humanos, correspondiente al año 2003, para que sirva de referente a las demás organizaciones hermanas, a las propias victimas de la violencia o sus familiares, los funcionarios públicos, los medios de comunicación y la comunidad internacional sobre la situación de derechos humanos en el país.

 

Las estadísticas aquí recopiladas no reflejan las cifras exactas de la realidad de los derechos humanos en Colombia, porque el régimen de terror que existe en muchas zonas del país, el temor de las personas a denunciar los crímenes y la autocensura que se imponen los medios de comunicación para denunciar muchas violaciones de derechos humanos, impiden llevar un registro mas riguroso; en consecuencia, estas estadísticas solo señalan una tendencia de la situación.

 

Agradecemos a Adriana Pestana y Nathalia Gómez por su esfuerzo en la recopilación y procesamiento de los datos, al profesional Jorge Eliécer Molano por su análisis de la estadística y a Luis Jairo Ramírez, Secretario Ejecutivo del Comité, por la revisión final del trabajo y sus aportes conceptuales.

 

El presente esfuerzo es un homenaje a las victimas de la violencia, en especial al estudiante  Jairo Moncayo de la Seccional del CPDH en Nariño y al Doctor Carlos Bernal, abogado y profesor Universitario, miembro del Comité Permanente en Cúcuta; victimas de la intolerancia, en especial este ultimo quien fuera asesinado el mismo día que el Comité Permanente conmemoraba su 25 aniversario.

 

Contexto socio-político  General

 

La Política de Seguridad Democrática desarrollada por parte del gobierno colombiano, demuestra que las viejas concepciones de la doctrina de la seguridad nacional que recorrieron América Latina durante las anteriores décadas, continúan plenamente vigentes y aún son aplicadas en el país, especialmente en la idea de perseguir un supuesto enemigo interno, dentro del cual han sido incluidos quienes desarrollan luchas reivindicativas, la oposición política o residen en zonas bajo influencia o control de las guerrillas, en donde la convivencia en dichas zonas, es asumida como connivencia.[1]

 

Los desarrollos de la política de Seguridad Democrática tienen como gran telón de fondo la denominada lucha antiterrorista  esbozada por la administración Bush. En el caso de Colombia asimila el conflicto armado interno a las concepciones del terrorismo confeccionadas luego de los hechos del 11 de septiembre. El Presidente Álvaro Uribe ha determinado que la solución militar del conflicto interno es la prioridad de esa política, con el agravante de que no son los factores de la violencia los que han recibido ese impacto, sino la actividad social y reivindicativa de las organizaciones populares, las organizaciones de derechos humanos, estudiantiles, indígenas y sectores de la oposición política.

 

Durante el año 2003, la pretensión de adelantar una guerra total, se fue consolidando. La articulación de instancias de justicia, como la Fiscalía General de la Nación, haciéndola parte del dispositivo de guerra, fue un hecho notorio. A su vez, el involucramiento de la población civil en el conflicto, a través de los soldados campesinos y las redes de informantes, medidas que vulneran el principio de distinción y delegan en civiles funciones privativas de la Fuerza Pública y organismos de seguridad del Estado, han profundizado la grave crisis de derechos humanos.

 

Ha sido recurrente que por parte de altos funcionarios del gobierno y mandos militares, se estigmatice a campesinos, líderes sociales, sindicales, opositores políticos y defensores de derechos humanos, como supuestos auxiliadores o integrantes de organizaciones alzadas en armas.

 

Una de los hechos que preocupan en esta etapa es la privación de la libertad de muchas personas con ocasión del conflicto armado interno: Los prisioneros de guerra que mantienen en su poder las partes enfrentadas, los secuestros de civiles por parte de movimientos insurgentes, las detenciones-desapariciones forzadas en que se ven involucrados miembros de la fuerza publica en alianza con grupos paramilitares, son todos indicativos del deterioro del conflicto y de los derechos humanos. Por eso el Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos junto a los familiares ha venido proponiendo un Acuerdo de Intercambio Humanitario que resuelva este fenómeno. En apoyo de esta iniciativa se han venido pronunciando expresidentes, Congresistas, organizaciones sociales, la iglesia y la comunidad internacional.

 

La seguridad democrática: Una redada a la libertad

 

Eje esencial de la seguridad democrática durante el año 2003, fueron las detenciones masivas y arbitrarias, con participación especial en las mismas del Ejército Nacional[2], las cuales se dirigieron contra campesinos, sindicalistas, opositores políticos, lideres cívicos y sociales y defensores de derechos humanos.

 

La Fundación Comité de Solidaridad con los Presos Políticos ha señalado que entre septiembre de 2002 y diciembre de 2003, un total de 6.038 fueron detenidas, de las cuales 4.846 corresponden a detenciones masivas (en donde fueron privadas de la libertad 20 o más personas), siendo 3.939 de dichas detenciones arbitrarias. Dado el carácter arbitrario de las mismas, la libertad fue restablecida a 3.750 de los detenidos.

 

Preocupa especialmente que las detenciones arbitrarias se hayan incrementado durante septiembre y octubre, previo a las elecciones de mandatarios locales y aprobación del referendo, ello posterior a que el Ministro del Interior y la Justicia señalara que las “Farc resultaron amigas de los abstencionistas”[3], refiriéndose a quienes de manera legal y legítima se oponían a la participación en el referendo. La utilización del sistema penal, con propósitos de incidir en los comportamientos electorales, alerta sobre los riesgos que comporta el actual debate en torno a la reelección presidencial, más aún, cuando quienes se oponen a dicho proyecto de acto legislativo, están siendo considerados como enemigos de la política de seguridad o aliados de la insurgencia.

 

El papel de la Fiscalía General de la Nación, que viene participando en las redadas contra la libertad, expidiendo ordenes de captura en medio de los operativos o con posterioridad a ellos, a fin de dar apariencias de legalidad a estos procedimientos, resulta ser violatorio de los derechos a ser investigado y juzgado por instancias independientes e imparciales, así como al debido proceso.

 

El abierto desconocimiento de las recomendaciones internacionales

 

El 19 de diciembre de 2003, fue aprobada la reforma constitucional, por medio de la cual se otorgan facultades de policía judicial a la Fuerza Pública, en donde se elimina el principio de reserva judicial, autorizando a los mismos para realizar capturas, registros domiciliarios e intercepción de comunicaciones, sin mandamiento escrito de autoridad judicial, ello en contravía de las recomendaciones de Naciones Unidas y del compromiso asumido por el gobierno en la Mesa de Donantes de Londres. Estas medidas implican un enorme riesgo para la vigencia, respeto y garantía de los derechos a la intimidad, inviolabilidad del domicilio y la libertad, si se tiene en cuenta el carácter arbitrario, masivo e infundado con que vienen siendo realizados allanamientos y capturas por parte de la Fuerza Pública.

 

A su vez, reiteradamente el gobierno ha insistido en el trámite de un proyecto de reforma a la justicia, por medio del cual se establecen limitaciones a la acción de tutela, planteando que la misma solo procederá para proteger determinados derechos fundamentales y en el evento de que la orden del juez, implique erogación de recursos, es deber del funcionario judicial indicar de donde proceden los mismos.

 

Así mismo, ha sido clara la pretensión de resquebrajar la independencia de la justicia, mediante la reforma al Consejo Superior de la Judicatura y la Corte Constitucional, limitando las funciones de esta última, en especial en lo referente al conocimiento de los decretos por los que se establece la conmoción interior.

 

Una política de impunidad en medio de la hostilidad

 

Nuevos mecanismos de derecho que facilitan y promueven la impunidad a responsables de violaciones a los derechos humanos han sido adoptados por parte del gobierno colombiano. A través de la llamada política de reinserción, entre enero de 2003 y febrero de 2004, más de 1800 paramilitares han sido objeto de amnistías e indultos encubiertos, ello con fundamento en el decreto 128 del 22 de enero de 2003.

 

Con el denominado proyecto de alternatividad penal viene debatiéndose una salida jurídica al proceso que actualmente se desarrolla con los paramilitares. Una de las medidas que allí se propone es la conformación de un “Tribunal para la Verdad, la Justicia y la Reparación”[4], cuyos magistrados serán nombrados por la Corte Suprema de Justicia, de ternas enviadas por el Presidente la República.

 

Dicho proyecto establece como pena alternativa para los responsables de crímenes de lesa humanidad, la privación de la libertad por un periodo no inferior a cinco (5) años ni superior a diez (10) años”, en donde la permanencia durante los diálogos en una zona de concentración “se computará como tiempo de pena efectivamente cumplida”.

 

El mecanismo de juzgamiento proyectado implica una ruptura con el derecho a contar con tribunales independientes e imparciales, en donde además, si como se ha dicho el proceso actualmente en desarrollo podría tardar más de 3 años, el desarrollo del mismo podría ser asumido como el cumplimiento de la sanción, resultando ser la misma una simple formalidad.

 

Este conjunto de beneficios han sido ofrecidos en medio de la sistemática, masiva y permanente violación a los derechos humanos por parte de los grupos paramilitares, a pesar de la supuesta tregua. El CPDH ha documentado, como durante el año 2003 los paramilitares ejecutaron: 698 personas en medio de masacres, 1590 asesinatos por motivos políticos, 277 desapariciones forzadas y 594 amenazas entre individuales y colectivas.

 

Negación de los derechos de los trabajadores

 

La apertura al dialogo que el gobierno colombiano ha tenido con integrantes de estructuras paramilitares, no se corresponde con la actitud asumida frente a diversos sectores sociales y sindicales, que han desarrollado diversas acciones para la reclamación de sus derechos, en donde el ejercicio de los derechos a la asociación y manifestación, han recibido un tratamiento militar.

 

Un caso demostrativo es la ocupación militar de las instalaciones de la empresa estatal Telecom y su consecuente liquidación, desconociendo el derecho al trabajo y organización sindical de los trabajadores. A su vez, la negación del derecho a la contratación colectiva, que ha sido evidente en el caso de la Empresa Colombiana de Petróleos – Ecopetrol.

 

Paralelo a ello, la aprobación de una reforma laboral, que promueve la inestabilidad laboral y recorta los derechos de los trabajadores, así como el proyecto de reforma pensional, que hace prácticamente imposible llegar a disfrutar de la misma, agravan la vigencia de los derechos económicos y sociales durante este periodo.

 

Precisiones preliminares

 

El análisis del comportamiento de las dinámicas del conflicto, así como de las violaciones a los derechos humanos en el país, deben ser hechas entendiendo y asumiendo las dinámicas de conflictos políticos, económicos, sociales y regionales, que se presentan en el contexto de la violencia institucional, como tendencias mismas que las atraviesan históricamente, situación que lleva necesariamente a mirar los comportamientos históricos en la diferentes modalidades de crímenes para ser analizados en un periodo histórico.

 

Así, en tal sentido, son diferentes los factores que han convergido o bien intervenido de manera única en un momento determinado, los que permiten aseverar que las violaciones a los derechos humanos y el derecho internacional humanitario no son lineales, de manera que permitan hacer una comparación seria con  el periodo inmediatamente anterior. Son varias las causas que han generado cambios (mensuales o anuales) en el número de víctimas y victimizaciones, a saber:

 

Ø      La política tradicional de los bloques de poder  dominantes que gobiernan el país haciendo uso de la violencia institucional; para lo cual recurren permanentemente a medidas de excepción, o convierten las medidas de excepción en normas permanentes de la Constitución, suspenden las libertades democráticas, desconocen los derechos fundamentales de la población y estructuran un sistema judicial basado en la impunidad.

 

Ø      La existencia y desarrollo de conflictos sociales o laborales, en la búsqueda de la obtención de reivindicaciones económicas, de tierras o de derechos de los trabajadores, las cuales han recibido tratamiento por vía de la eliminación física, amenazas o desplazamiento de quienes participan en las mismas.

 

Ø      El diseño y ejecución de proyectos macroeconómicos por parte de empresas multinacionales o nacionales (oleoductos, represas, producción agroindustrial, trazados y construcción de vías y  explotación de recursos naturales, entre otros).

 

Ø      Procesos de acumulación de tierras por parte de terratenientes, narcotraficantes y paramilitares, en donde han sido combinados diferentes formas de presión al campesinado para abandonar o vender sus parcelas.

 

Ø      La lucha por el control político local y regional, en donde se ha atacado de manera directa a grupos políticos de oposición y a quienes los respaldan, en la pretensión de establecer dominios hegemónicos.

 

Ø      La creación de corredores estratégicos por parte de las partes enfrentadas, para la movilidad, control territorial, tráfico de armamentos o el narcotráfico.

 

Ø      El cambio de estrategias por parte de las partes enfrentadas para forzar o ganar la adhesión de personas, organizaciones y comunidades a sus proyectos militares, económicos y políticos.

 

Son en últimas los niveles y estado de desarrollo de dichas variables, las que han ido determinando los cambios en las dinámicas de la violencia y de las violaciones a los derechos humanos, situaciones que no son constante, sino que por el contrario los intereses en juego han ido generando cambios en las estrategias de guerra, eliminación e intimidación.

 

Colombia ha visto en las últimas décadas la combinación de diversas formas de violación a los derechos humanos, que sin ser únicas del periodo, se han privilegiado, tales como la práctica sistemática de la tortura y detenciones arbitrarias (1978 -1982); las desapariciones forzadas (1981–1985); los asesinatos selectivos (1982-1988); masacres con intencionalidad de atacar regiones donde la oposición política ejercía diversos niveles de control (1988-1991);  la criminalización de la protesta social y la ejecución de asesinatos selectivos (1991-1996);  las masacres orientadas a la generación de terror en comunidades enteras (1997-2002).

 

El privilegio de una u otra estrategia, o la combinación de varias de ellas, han sido factores decisivos en los aumentos o descensos coyunturales de las cifras del número de víctimas y victimizaciones a los derechos humanos y el derecho internacional humanitario.

 

Por ello la evaluación de los avances en el respeto y garantía a los derechos humanos no se puede reducir al incremento o descenso de las cifras de un año a otro, sino que entendiendo que la violencia política y las violaciones a los derechos humanos son parte de una estrategia, por lo cual una evaluación que interprete la realidad de violencia política y las violaciones a los derechos humanos debe tomar como  referente los ponderados históricos.

 

El debate sobre las cifras

 

En los últimos meses ha surgido una discusión dirigida a poner en duda las estadísticas y análisis sobre la realidad de los derechos humanos en el país y, tratar de generar la idea sobre un supuesto mejoramiento de la situación de derechos humanos.

 

Las alarmantes cifras que aquí se presentan, que tienen como fuente privilegiada el testimonio de las víctimas, no reúnen la totalidad de los hechos de violencia política y de violaciones a los derechos humanos, por varias razones:

 

 

 

 

 

La discusión sobre la grave crisis de los derechos humanos en Colombia, se ha pretendido llevar a la contrastación de las cifras oficiales (basadas en gran parte en boletines de la Fuerza Pública), en donde se miran ascensos y descensos de cifras, y no la combinación de diversas variables de la represión.

 

El Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos desde sus orígenes ha venido documentando e informando sobre la violencia política y la situación de derechos humanos en Colombia. Desde el año 1991 ha desarrollado una base de datos, a fin de sistematizar los diferentes hechos de violencia, así a las víctimas y presuntos responsables de los mismos.

 

Con el Informe anual de derechos humanos el Comité Permanente pretende hacer un aporte serio y responsable de las diversas violaciones a los derechos humanos que ocurren en el país, que sea un referente de la realidad que vivimos para el conjunto de la sociedad. No nos interesa sobredimensionar la situación, solo presentar la situación del país en materia de derechos fundamentales. Nuestro informe pretende ser complementario de los análisis, informes y estadísticas que elaboran con esmero otras organizaciones colombianas de derechos humanos y la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los derechos humanos.

 

Para tal fin, hoy se ofrece un análisis ponderado de los crímenes, que a través de los años, han tenido una misma metodología para la recolección y procesamiento de la información desde el año 1991, en específico las masacres,[6] homicidios políticos, las desapariciones forzadas y los homicidios societales.

 

 

Violaciones del derecho a la vida durante el año 2003

 

Masacres

 

La masacre con fines políticos, o en el contexto de conflictos sociales, políticos o armados, se ha constituido en una de las formas más crueles de violación a los derechos humanos. Junto a las desapariciones forzadas, son atentados contra la humanidad que tienen enormes repercusiones en la sociedad y específicamente, en las poblaciones afectadas por quienes ejecutan estos crímenes.

 

Observando las dinámicas de las diversas modalidades de crímenes el año 2003 refleja que los atentados contra la vida, vistos en comparación con el periodo 1991-2002, se mantienen, situación que permite afirmar que Colombia permanece bajo una situación de graves, masivas y sistemáticas violaciones a los derechos humanos.

 

Durante el año 2003, fueron ejecutadas 317 masacres, que dejaron un total de 1440 víctimas, con una tasa promedio de 4,54 personas ejecutadas en cada una de ellas. En promedio 3,9 personas fueron víctimas diariamente de masacres.

 

A su vez, en el periodo tomado como parámetro de comparación el ponderado anual es de un total de 1428 personas asesinadas en masacres. Observando el grafico Nº 1 se aprecia que para el año 2003 se presento un incremento de 0.84%, en comparación con el ponderado histórico.

 

 

Observando comparativamente las variaciones que por departamento se han dado en el año 2003, en comparación con el promedio ponderado del periodo 1991-2002, en donde es apreciable la movilidad geográfica que se presenta, representado en los notorios incrementos de las masacres en los departamentos donde se ha profundizado la presencia y accionar de los grupos paramilitares, en donde se pueden hacer las siguientes observaciones.

 

Se ha presentado un notorio incremento en el número de víctimas de masacres en los departamentos de Arauca (337%), Caquetá (346%), Nariño (209,5%), Huila (195,4%), Risaralda (194,9%), Caldas (171,4%), Atlántico (126,7%), Cundinamarca (99%) y Bogotá (95,5%), Tolima (66,2%), Valle (58,5%) y Guajira (54,5%).

 

A su vez, se resalta como la situación se mantiene, con algunos incrementos, en los departamentos de Meta (23,7%), Quindío (17,6%), Boyacá (16,1%) y Bolívar (13,5%).

 

En los departamentos que presentaron en el periodo 1991-2002, promedio de víctimas superior a 20 personas, se han  presentado disminuciones. En Antioquia (46,1%), Cauca (52,9%), Cesar (71,9%), Chocó (100%), Córdoba (66,7%), Magdalena (20%), Putumayo (45,5%), Norte de Santander (4,2%) y Santander (40,2%).

 

Más del la mitad del total de las víctimas de masacres se ha presentado en tan solo siete departamentos, algunos de los cuales aparecen como zonas en las cuales se han presentado disminuciones. Especial atención merece Antioquia que a pesar de la disminución, concentra el mayor número de víctimas correspondiente a un 16,4%.

 

A su vez, resalta la gravedad de la crisis humanitaria de Arauca, departamento que en el promedio histórico ocupaba el lugar 24 en el número de víctimas de masacres, el cual pasó en el año 2003 al séptimo. Los otros departamentos que concentran la mayor proporción de víctimas el Valle el 10,8%, Caquetá el 8%, Norte de Santander (4,4%), Bolívar el 4,72%, Cundinamarca 4,44%.

 

Los departamentos que presentaron un mayor número de víctimas, a su vez, resultan ser los mismos que presentan un mayor número de masacres, con excepción de Caquetá, que presenta ocho masacres, con un promedio de 14,5 personas en cada una de ellas.

 

 

En los casos donde ha sido posible establecer la ocupación o sector social de las víctimas, se destaca que el 57,44% son campesinos, un 4,55% comerciantes, un 4,44 estudiantes, un 4,03% indígenas y un 3,62% obreros. Al igual que ha venido sucediendo en los últimos años, la población campesina resulta ser la principal víctima de las violaciones del derecho a la vida en medio de masacres.

 

A su vez, importa resaltar, el elevado nivel de violaciones contra los indígenas y estudiantes, lo anterior si se mira que los mismos son un mínimo porcentaje dentro del total de la población nacional.

 

Las restantes víctimas, que corresponden a un 34% de quienes se tiene conocimiento de su actividad, se distribuyen entre empleados, conductores, trabajadores independientes, amas de casa, dirigentes cívicos y comunitarios y población marginada, en porcentajes de entre el 1% y 3%, distribuyéndose el restante en otros sectores sociales en proporciones inferiores al 1%.

 

 

Tomando como referencia los casos en donde existe una clara individualización de los responsables, que corresponde a un 70% de los casos, se observa como el 73% de los casos corresponde a la acción del Estado, bien a través de la acción de la Fuerza Publica en un 3% de los casos o al accionar de los grupos paramilitares en un 70% de los casos.

 

Estos datos revelan la ausencia de transparencia en el proceso que actualmente se desarrolla entre el gobierno y los grupos paramilitares, así como la inexistencia de una tregua por parte de los mismos, señalada como requisito esencial e ineludible por el gobierno de Colombia para el establecimiento y desarrollo del proceso de inserción formal a la institucionalidad.

 

A su vez, importa resaltar como la Comisión de Expertos conformada por el gobierno nacional para analizar los problemas de la Policía Nacional, en el informe presentado al Ministro de Defensa el 2 de marzo de 2004, concluyó que en dicha institución "sobresalen de manera preocupante los vínculos con las autodefensas y grupos delincuenciales".  [7]

 

Las regionales en donde es más notorio el vínculo el mismo concluye el informe, son: "La regional de Cali (que cubre Valle, Cauca, Nariño y Putumayo), seguida por la de Pereira (Caldas, Risaralda y Quindío), la de Villavicencio (Casanare, Meta, Vichada, Guaviare, Guainía, Vaupés y Amazonas) y Bucaramanga (que cubre Cesar, los santanderes y Arauca) son las que tienen mayores tasas de efectivos comprometidos con casos positivos".

 

Seis de los departamentos, donde se presentaron significativos incrementos en el número de masacres (Arauca, Nariño, Caldas, Risaralda, Caquetá y Valle del Cauca) concuerdan con el informe de la Comisión de Expertos que resalta los vínculos entre personal de la Policía y paramilitares.

 

A las guerrillas se atribuye el 23% de los casos, situación que revela los niveles de degradación del conflicto armado, lo cual plantea un privilegio del accionar militar, alejándoles de sus planteamientos y compromisos ideológicos.

 

Homicidios Políticos

 

Los homicidios por razones políticas durante el presente periodo se han dado en el contexto del proceso iniciado entre el gobierno colombiano y los grupos paramilitares, el desarrollo de conflictos sociales por las medidas de ajuste económico estructural, así como de implementación de la política de seguridad democrática

 

El consolidado de estadísticas del CPDH en el periodo 1991-2002, indica como en Colombia fueron asesinadas un promedio anual de 2.176 personas, mientras que en el año 2003, según los datos que pudieron ser recopilados, se ejecutaron 3.313 homicidios por razones políticas, lo que significa un incremento del  52,2%.

 

A diferencia de lo ocurrido con las masacres, donde el promedio anual histórico permaneció, los homicidios por motivaciones políticas han tenido un significativo incremento, lo que evidencia cambios en las dinámicas del conflicto, en donde se priorizan los asesinatos selectivos, situación que en el imaginario colectivo ha generado sensaciones de mejoría en la situación de los derechos humanos, pues la dinámica existente entre 1996 y 2002, de masacres indiscriminadas, tendientes a generar terror y desplazamiento forzado en comunidades enteras, no resultan ser el modus operandi  privilegiado.

 

 

Tomando como referencia el periodo anual promedio de referencia de 1991-2002, se puede observar el vertiginoso incremento de las víctimas de homicidio político en los departamentos de Atlántico (373,7%), Huila (288,6%), Magdalena (288,6%), Risaralda (186,6%), Cundinamarca (165,5%), Norte de Santander (161,5%), Arauca (161,5%),  Tolima (133,7%), Caldas (125,7%), Bolívar (95,2%), Meta (52,5%), Córdoba (25,3%).

 

A su vez, Valle, Sucre y Cauca que han sido departamentos históricamente con elevadas tasas de homicidios políticos, la situación se mantiene, con incrementos del 9,16%, 8,92% y 8%, respectivamente.

 

Tan solo presentan durante el 2003, disminuciones en la tasa de homicidios, departamentos donde han existido elevados niveles de homicidios políticos, frente al ponderado histórico anual Antioquia (2,7%), Santander (17,5%) y Cesar (46,6%).

 

Indicativo es que más de la mitad de las víctimas se concentran en Antioquia, Norte de Santander, Magdalena, Bolívar y Tolima, lugares donde se han producido notorios incrementos de los asesinatos políticos, con excepción de Antioquia, donde a pesar de la leve disminución, posee el 16,3% de las víctimas.

 

Se destaca nuevamente Arauca, departamento que en medio del incremento del pie de fuerza, la presencia de asesores militares de Estados Unidos, los recursos del plan Colombia, la ayuda económica adicional por 90 millones de dólares del gobierno Estadounidense para la protección del oleoducto y de un agudo conflicto político y social, donde subyacen importantes intereses de empresas multinacionales, ha visto incrementado tanto el número de masacres, como de asesinatos políticos.

 

Así mismo otros departamentos que han sido objeto de reforzamiento de presencia por parte de la Fuerza Pública como Tolima, Huila, Cundinamarca y Atlántico, por parte del gobierno nacional, en el marco de la política de seguridad democrática, ha sido notorio el incremento en el número de masacres y asesinatos políticos.

 

En el mes de Septiembre el  CPDH Seccional Nariño sufrió el asesinato de uno de sus miembros: Jairo Moncayo, quien era estudiante de sociología en la Universidad de Nariño, dirigente estudiantil, en la ciudad de Pasto, donde estuvo vinculado a la lucha de los desplazados.

 

Magdalena, que presenta uno de los mayores incrementos en el número de asesinatos políticos en medio de la disputa por el control del territorio, así como la persecución a comunidades campesinas e indígenas en la pretensión expulsarlos de sus territorios y  establecer corredores del narcotráfico por parte de grupos paramilitares

 

 

 

En los casos donde existe información suficiente, que permita establecer la ocupación o sector social a que pertenecen las víctimas, que son 70 de cada 100, se tiene que más del 60% de las victimizaciones se ejecutaron en contra de seis grupos de población, en donde un 43,9% corresponde a campesinos, 7,8% a comerciantes, 4,87% a conductores, 4% a trabajadores independientes, 4% a empleados, 3,4% a dirigentes cívicos y comunitarios y sindicalistas el 3,1%

 

El restante porcentaje de víctimas, se distribuye principalmente entre educadores, indígenas, concejales y estudiantes.


Esta situación refleja como los asesinatos permanecen vinculados con el tratamiento dado a los conflictos sociales y políticos, representado ello en las ejecuciones de campesinos, trabajadores y líderes sociales. Adicionalmente con especial responsabilidad por parte de los paramilitares se viene atentando en este periodo en contra de comerciantes y conductores, a quienes dentro de la concepción ampliada del enemigo interno, se les considera como auxiliadores de las guerrillas.

 

Al igual que aconteció con las masacres, el nivel de asesinatos políticos ejecutado en contra de indígenas, como estrategia para forzarlos a hacer parte del conflicto o generar temor generalizado, resulta ser significativo si se tiene en cuenta el porcentaje que son los mismos dentro del total de la población.

 

El restante porcentaje se encuentra distribuido entre concejales, profesionales, estudiantes y defensores de derechos humanos, entre otros.

 

 

En 60 de cada 100 casos ha sido posible establecer la responsabilidad en la ejecución de homicidios políticos, siendo en un 84% atribuible la responsabilidad al Estado, bien por la acción directa de la Fuerza Pública (4%) o debido al accionar de los grupos paramilitares (80%).

 

Esto evidencia, que a pesar de la supuesta tregua declarada en el mes de diciembre de 2002, el paramilitarismo continúa siendo instrumento esencial en la represión de los conflictos sociales, económicos y políticos, a su vez, mecanismo fundamental para el encubrimiento de las responsabilidades y el favorecimiento de la impunidad. Al igual que se indicó en relación con las masacres, la permanencia de una constante de responsabilidad por parte de los grupos paramilitares, indica que no ha existido tregua alguna y que por el contrario su accionar se ha ido consolidando en zonas donde anteriormente hacían presencia, extendiéndose inclusive a otras.

 

En cinco de los departamentos donde se ha incrementado vertiginosamente la tasa de homicidios políticos (Arauca, Meta, Norte de Santander, Caldas y Risaralda), el informe de la Comisión de Expertos que analizó los problemas al interior de la Policía Nacional, señala como sobresalen los vínculos con los grupos paramilitares.

 

A las guerrillas se atribuye un 16% en la ejecución de homicidios políticos, hechos ocurridos vulnerando las disposiciones del derecho internacional humanitario, en los que se ha atacado a no combatientes, en muchas ocasiones, bajo la consideración de ser parte de ser apoyos o integrantes del otro bando contendiente.

 

Homicidios Societales

 

El ponderado del periodo 1991-2002, indica que anualmente un promedio de 461 personas han sido asesinadas por razones de intolerancia social, crímenes dirigidos contra sectores social y estructuralmente marginados, considerados disfuncionales para el sistema o problemáticos para la sociedad, entre los que se encuentran habitantes de la calle, homosexuales, prostitutas, drogadictos y personas con antecedentes delictivos.

 

Durante el año 2003, 601 personas fueron asesinas por razones de intolerancia social, lo que comparativamente representa un incremento del 30% en el número de víctimas.

 

El incremento de esta modalidad evidencia los niveles de degradación social, en donde por la idea de unanimismo, de unos estereotipos de comportamiento, de “socialización” de supuestos valores del bien y del mal, se valida la eliminación de las personas marginadas del proceso productivo, en donde en ocasiones resulta ser instrumento de acostumbramiento social a los atentados políticos contra la vida.

 

 

De los casos que han podido ser recopilados por el CPDH, se establece que los homicidios societales en una proporción equivalente al 67% se concentra en tan solo cinco departamentos, a saber Bolívar (14,8%), Valle (14,6%), Magdalena (13,8%), Risaralda (12,6%) y Norte de Santander (11,9%), en los cuales se han presentado también aumentos en las masacres o en los homicidios políticos.

 

Con menor proporción se encuentran otros departamentos como Santander (8,6%), Atlántico (7,82%) y Antioquia con un (3,49%).

 

Visto en comparación con el número de víctimas por departamento, resulta ser significativo el incremento, frente al periodo de referencia, en los departamentos de Bolívar, Risaralda, Magdalena y Santander.

 

 

De la información recopilada por el CPDH, en donde ha sido posible establecer la identidad de las víctimas, se establece que el 23% de los crímenes se han dirigido contra trabajadores independientes, 21,4% marginados, 14,8% obreros, 8,47% personas con antecedentes delictivos y en contra de desempleados 6,61%. Por las características de este tipo de crimen muchos de ellos se quedan sin registrar y permanecen anónimos.

 

 

La clandestinidad con que son ejecutados estos crímenes, la vaguedad con que ha sido abordada esta modalidad de crímenes en los medios de comunicación y la ausencia de referentes organizativos en las víctimas, son situaciones que han determinado el elevado porcentajes donde no es posible atribuir la responsabilidad a ningún grupo armado, que en este caso es del 70,2%.

 

Al igual que acontece con las masacres y homicidios políticos, la mayor responsabilidad de los en los homicidios societales con autor conocido es atribuible a los grupos paramilitares.

 

 

Violaciones del derecho a la libertad y seguridad personales durante el año 2003

 

 

Desaparición Forzada

 

 

La desaparición forzada de personas, como crimen que también ofende la conciencia ética de la humanidad, ha sido ejecutado como estrategia para romper el tejido social, a través de la generación de ambientes de zozobra, angustia y desconcierto en las personas, familias, organizaciones y comunidades, sometiendo a quienes hacen parte del entorno de las víctimas a torturas, en la pretensión de establecer formas de control social, político y territorial

 

El CPDH ha documentado, con los casos que han llegado a su conocimiento, como en el periodo 1991-2002 un promedio de 384 personas anualmente fueron objeto de desaparición forzada, mientras que en el año 2.003, el numero de personas víctimas de este crimen de lesa humanidad fue de 461, lo que representa un incremento de 20%, situación que evidencia el carácter sistemático con que viene siendo ejecutado este crimen.

 

Es decir, que diariamente en Colombia durante el año 2003, 1,2 personas fueron víctimas de este crimen.

 

 

Los incrementos que se presentan en algunos departamentos de la desaparición forzada resultan ser alarmantes y evidencian la combinación de estrategias, por parte de los grupos paramilitares y la Fuerza Pública para el sometimiento y control poblacional.

 

Vertiginosos aumentos de este crimen de lesa humanidad se aprecian en el departamento de Arauca (757,1%), Cundinamarca (700%), Tolima (519,8%), Casanare (436,8%), Huila (374,4%), Risaralda (360%) y Guaviare (300%).

 

A su vez, con los casos que han podido ser recopilados por el CPDH se observa que en departamentos como Boyacá, Guajira, Chocó, Córdoba, Bolívar, Atlántico, la situación se mantiene, con algunos incrementos.

 

Descensos en el número de víctimas en departamentos en que tradicionalmente se ha recurrido a la ejecución de esta modalidad de crímenes se aprecia en Antioquia, Norte de Santander y Cesar.

 

 

 

En 69 de cada 100 casos, donde ha sido posible establecer con la información recopilada la ocupación o sector social de las víctimas de este crimen, se tiene que el 44,2% corresponde a campesinos, 6% comerciantes, 5,7% indígenas, 5,7% conductores y 5,2% a menores de edad.

 

Al igual que acontece con las masacres y homicidios políticos, estos grupos de población ha sido los más afectados, siendo pertinentes las observaciones hechas frente a estas modalidades de crímenes.

 

 

 

Resalta el papel que ha venido jugando el paramilitarismo como mecanismo esencial para encubrir las responsabilidades y favorecer la imagen del Estado, cuando se le presenta como un tercer actor, al que según voceros gubernamentales se le considera como responsable de alterar el normal funcionamiento del Estado y no como la proyección ilegal de mismo.

 

Los departamentos de Arauca, Risaralda y Casanare, que son unos de donde se ha elevado en mayor proporción el número de casos de desapariciones forzadas, se encuentran incluidos en el informe de la Comisión Especial  de Expertos, entre los departamentos de policía que poseen elevados niveles de vínculos con los grupos paramilitares.

 

 

Detenciones Arbitrarias

 

Durante este periodo se ha acudido de manera recurrente a las privaciones masivas y arbitrarias de la libertad, en donde, la Fiscalía General de la Nación ha venido siendo funcional a la estrategia de guerra, dejando de lado la independencia e imparcialidad. En las redadas desarrolladas por parte de la Fuerza Pública, numerosas personas han sido privadas de la libertad desconociendo los procedimientos legales, así como las garantías establecidas en el derecho internacional de los derechos humanos.

 

Recurrentemente las órdenes de captura han sido expedidas por parte de la Fiscalía General de la Nación en medio de los operativos desarrollados por parte de la Fuerza Pública, sin hacer ningún análisis sobre la veracidad de las versiones suministradas por parte de supuestos reinsertados o integrantes de las redes de informantes o cooperantes.

 

Adicionalmente, ha sido notoria la vulneración de los derechos al debido proceso, defensa y presunción de inocencia, en donde sin realización de un juicio previo de responsabilidad, las personas privadas de la libertad, han sido presentadas públicamente por los medios de comunicación como responsables.

 

Los casos a que ha podido tener acceso el CPDH indican que durante el año 2003, un total de 2.327 personas fueron arbitrariamente privadas de la libertad, es decir que diariamente un promedio de 6,3 personas capturadas, sin que existiera situación de flagrancia o motivos serios, reales y fundados para adoptar medidas de tal naturaleza.

 

El 3 de marzo de 2003, la abogada defensora de derechos humanos, Teresa Cedeño Galíndez, Presidenta Seccional del CPDH en Arauca, fue privada de la libertad en las instalaciones de la Fiscalía General de la Nación y posteriormente conducida a las instalaciones de la Unidad Permanente de Justicia, incomunicándola y desconociendo abierta y positivamente su condición de abogada defensora de derechos humanos y beneficiaria de medidas cautelares de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

 

Nuevamente Teresa Cedeño fue privada de la libertad el 30 de julio de 2003 en la ciudad de Bogotá, trasladada a las instalaciones de la Fiscalía General de la Nación, y acusada del supuesto delito de "fraude procesal", sin que sus apoderados fueran informados de los motivos y fundamentos de la detención, hasta el 1 de agosto, fecha en la cual fue hospitalizada debido a sus precarias condiciones de salud, dejándola en total incomunicación de su familia, de sus compañeros de organización y de sus abogados de la defensa.

 

Otros defensores de derechos humanos del departamento de Arauca, integrantes del Comité de Derechos Humanos Joel Sierra, en compañía de diferentes activistas sociales, fueron privados de la libertad[8], entre ellos José Murillo Tobo (Presidente), Alonso Campiño Bedoya.

 

Estas detenciones se produjeron con posterioridad a que el Comité denunciara el accionar conjunto de Fuerza Pública y paramilitares, así como la sistemática violación a los derechos humanos por parte de los mismos.

 

La Fundación Comité de Solidaridad con los Presos Políticos ha señalado que entre septiembre de 2002 y diciembre de 2003, un total de 6.038 fueron detenidas, de las cuales 4.846 corresponden a detenciones masivas (capturas de 20 o más personas), siendo 3.939 de dichas detenciones arbitrarias. Dado el carácter arbitrario de las mismas, la libertad fue restablecida a 3.750 de los detenidos.

 

 

Por no poseer en su base el CPDH un seguimiento histórico de casos, que permitan hacer un ponderado histórico, para hacer una comparación como se ha hecho con las masacres, homicidios políticos, homicidios societales y desapariciones forzadas, tan solo se hará una presentación de lo correspondiente  al año 2003.

 

Con los casos que han llegado al conocimiento del CPDH, se resalta que sobresalen por el elevado número de detenciones arbitrarias Arauca (22,5%), Sucre (13,36%), Cauca (7,95%), Antioquia (7,86%), Cundinamarca (5,93%), Tolima (4,3%) y Risaralda (4,4%).

 

Especial atención merece lo ocurrido en los departamentos de Arauca y Sucre, que durante los primeros meses de 2003 varios de sus municipios permanecieron como zonas de rehabilitación y consolidación, otorgando facultades de policía judicial a la Fuerza Pública y estableciendo el funcionamiento de Fiscalías al interior de guarniciones militares.

 

A su vez, la conjugación de estrategias de sometimiento de la población, a través de diversas modalidades resulta evidente en Cundinamarca, Tolima, Risaralda y Arauca, departamentos que han presentado diferentes incrementos bien en el número de masacres, homicidios políticos, homicidios societales o bien desapariciones forzadas.

 

 

 

 

El consolidado de datos indica que en el 11% de los casos no ha sido posible conocer de la ocupación o sector social de las víctimas de detención arbitraria.

 

En donde ha sido posible establecer la actividad o sector social, se tiene que el 88% de los casos se concentran en campesinos, estudiantes, indígenas, sindicalistas, dirigentes cívicos y comunitarios, conductores y defensores de derechos humanos.

 

Por las características de las víctimas, se observa que las detenciones arbitrarias han tenido la finalidad de atacar expresiones organizativas que han estado en contradicción con las medidas económicas, políticas y de control del orden público por parte del gobierno colombiano, pretendiéndose dar un ropaje de la legalidad a la persecución contra estos sectores sociales.

 

A su vez, la misma es una expresión práctica de la decisión institucional de considerar como parte del enemigo interno, dentro de la vieja concepción de seguridad nacional, hoy reeditada bajo la denominación de seguridad democrática, en donde se considera que quienes residen en zona con presencia guerrillera, son auxiliadores o parte de la guerrilla. Como lo indicó la Procuraduría General de la Nación en su informe sobre la Zona de Rehabilitación y Consolidación de Sucre y Bolívar, la convivencia en zonas de conflicto, viene recibiendo el tratamiento de connivencia.

 

 

El elevado numero de detenciones arbitrarias atribuibles al Ejército (50,45%), permite determinar los efectos y consecuencias del ejercicio de facultades de policía judicial, de derecho y de hecho, inicialmente bajo el amparo del estado de conmoción interior y posterior a la declaratoria de inexequibilidad por parte de la Corte Constitucional, así como los previsibles riesgos que para el derecho a la libertad significa la aprobación de la reforma constitucional denominada antiterrorista, así como la aprobación de la ley estatutaria que actualmente se debate en el Congreso de la República.

 

A su vez, observando el comportamiento mensual de la detenciones arbitrarias en el país, se observa como el 53,8% de las mismas se produjeron entre los meses de julio y septiembre, en el contexto de las elecciones para el referendo y designación de alcaldes y gobernadores, en donde numerosos candidatos a dichos cargos, así como a Concejos y Asambleas departamentales, fueron privados de la libertad.

 

Amenazas Políticas

 

Colectivas  

 

Como mecanismo para el control social, ejercer presiones con pretensiones políticas o económicas y procurar el sometimiento de las comunidades, ha venido siendo utilizada, en contra de organizaciones y comunidades. Durante el año 2003, se produjeron 576 amenazas colectivas, es decir un promedio de 1,5 amenazas diariamente.

 

Durante el año 2003 las amenazas se redujeron entre enero y abril, las cuales entre el mes de mayo y agosto se mantuvieron estables, observándose un notorio incremento de las mismas en el mes de agosto, dos mes antes de celebrarse el proceso electoral. Posterior al mes de septiembre fue notorio el incremento de las mismas.

 

Las amenazas políticas se encontraron vinculadas con la pretensión de influir en el comportamiento electoral y en la decisión de los ciudadanos de inclinarse por determinados candidatos o bien, participar o no participar en las elecciones sobre el referendo. A su vez, ha sido notorio el uso de las mismas para intimidar a organizaciones sociales, sindicales y cívicas, que se encontraban en medio de conflictos para la reclamación y reivindicación de sus derechos.

 

 

Las amenazas colectivas durante el 2003 se concentraron especialmente en los departamentos del Valle del Cauca (16,5%) y Huila (12,1%), en el primero de los cuales se presentaron conflictos sociales y laborales, en donde se pretendío atemorizar a quienes participaron de los mismos a  fin de desestructurarlos.

 

El departamento del Huila, ha sido notorio el incremento de la presencia y accionar de grupos paramilitares, así como la estigmatización que se ha hecho sobre sus habitantes, en especial de las áreas rurales, como supuestos auxiliadores de la insurgencia.

 

Otros departamentos donde ha sido elevado el número de amenazas son Cundinamarca, Tolima, Antioquia, Bogotá, Córdoba, Santander y Chocó.

 

Algunos miembros del  CPDH, Seccionales, Arauca, Nariño y Valle vienen siendo objeto de amenazas. Otros, como los de Risaralda  han tenido que salir del país como resultado de las amenazas proferidas por los grupos paramilitares en su contra.

 

 

Las amenazas colectivas estuvieron especialmente dirigidas contra centros poblados (25,3%) e indígenas (20,8%), en donde ha sido notorio como los indígenas han sido víctimas privilegiadas de las masacres, homicidios políticos y societales y desapariciones forzadas.

 

A su vez, entre los sectores o grupos objeto de amenaza colectiva, sobresalen  delincuentes, municipios, sindicalistas y campesinos.

 

 

En el 80% de los casos donde se tiene establecido el autor, el 77% de las amenazas son atribuibles al Estado, bien a través de la acción de sus aliados los paramilitares (69,2%) y la Fuerza Pública (7,8%).

 

A su vez, a las guerrillas es atribuible la responsabilidad en el 22,7% de los casos, siendo dicho porcentaje proporcional al ocurrido en las otras modalidades de la violencia política.

 

Individuales

 

Durante el año 2003, según los datos recopilados por el CPDH, 874 personas fueron objeto de amenazas, es decir un promedio de 2,3 amenazas diariamente.  El mes que presenta el mayor número de amenazas es octubre, época de elecciones y debate del referendo, las cuales descendieron nuevamente para los meses de noviembre y diciembre.

 

El departamento de Antioquia, que en las otras modalidades presentó disminuciones, en las amenazas individuales presenta el mayor porcentaje de víctimas en el año 2003, síntoma del cambio de estrategias para el control poblacional y territorial, así como del nivel de asentamiento y control territorial y poblacional obtenido. Similar situación es apreciable en el Valle del Cauca.

 

En menor proporción, la mayoría de las víctimas se concentran en Bogotá, Arauca, Tolima, Santander, Cauca, Cundinamarca.

 

Caldas, Meta, Atlántico, Norte de Santander y Magdalena, que presentaron los mayores incrementos en los homicidios políticos, en el caso de las amenazas individuales presentan porcentajes inferiores al 2%.

 

 

La intencionalidad política, tendiente a intimidar sectores organizados, que no se unen al proyecto unanimista que se ha ido pretendiendo generar, es clara en las amenazas políticas individuales. El 70% de las víctimas de esta conducta son sindicalistas, campesinos, candidatos a corporaciones públicas de elección popular, defensores de derechos humanos, periodistas, concejales, indígenas y personeros municipales.

 

En el caso de los sindicalistas, campesinos e indígenas, las amenazas han estado dirigidas a afectar sus luchas reivindicativas, así como a la destrucción de los procesos desarrollados, por la vía de la intimidación y el miedo.

 

A su vez, es clara la intencionalidad de atacar a quienes por sus actividades, desarrollan análisis, denuncia y veeduría de la situación social, política, económica y de derechos humanos, como en el caso de los defensores de derechos humanos, periodistas y personeros municipales.

 

Desde las elecciones de 2002, donde se informo que más de una tercera parte de los Congresistas eran afines al paramilitarismo, se ha profundizado un proceso para consolidar a nivel local y regional el control político por parte del paramilitarismo, en donde para las elecciones del mes de octubre de 2003, numerosos candidatos fueron obligados a renunciar, aceptándose en algunas regiones la participación en el debate electoral, de candidatos afines al proyecto paramilitar.

 

 

En 86 de cada 100 amenazas políticas, la responsabilidad atribuible al Estado es de 73%, bien por la acción directa de servidores públicos (18%) o de los grupos paramilitares (55%), acciones dirigidas a la imposición de proyectos políticos y económicos, así como al fortalecimiento del control territorial y debilitamiento de sectores organizados, que desarrollan luchas reivindicativas, la fiscalización y la defensa de los derechos humanos.

 

En relación con las masacres, homicidios y desapariciones, es ostensible el incremento de la participación de servidores públicos.

 

Las guerrillas a su vez mantienen el promedio  porcentual de responsabilidad.

 

 

Violaciones de los Derechos a la Vida y Libertad Personal  por Departamentos

 

 

Con el consolidado de casos que han podido ser recopilados por el CPDH, se establece cómo, a pesar de las reducciones que se presentaron en algunas modalidades de crímenes en el departamento de Antioquia, este resulta ser el departamento que presenta el mayor número de víctimas, en un porcentaje equivalente al 13,3%.

 

Significativo resulta ser el incremento en el número de víctimas de vulneración a estos derechos, lo ocurrido en el departamento de Arauca, que visto frente a su densidad poblacional, resulta ser uno de los que presenta mayores niveles, en una proporción del 9,28%. Así mismo presentan elevados niveles los departamentos de Sucre y Bolívar, en una proporción del 4,8% y 4,5%, respectivamente.

 

La intensidad de las violaciones ocurridas en estos departamentos señala los efectos directos de la vigencia de las zonas de rehabilitación y consolidación, así como el papel de la política de seguridad democrática, enfocada a la protección de las inversiones, en estos casos la explotación de los recursos naturales y no la seguridad ciudadana.

 

Elevados niveles de vulneración a estos derechos presentan los departamentos de Norte de Santander, Valle, Tolima,  Cauca, Bolívar, Magdalena, Huila y Magdalena.

 

 

Mujeres Víctimas de Violaciones de los Derechos a la Vida y Libertad  Personal

 

Pese a que la proporción de mujeres víctimas de las diferentes modalidades de crímenes, en comparación con los hombres, es baja, revela como los niveles de violencia en contra de las mismas se mantiene en el promedio de los últimos años. De todas formas la mujer colombiana sufre los impactos de la violencia cuando su familia es desplazada, su esposo o familiar es asesinado o desaparecido y debe asumir como madre cabeza de familia las responsabilidades de la sobrevivencia,  situación indicativa de los niveles de degradación del conflicto, así como de su extensión.

 

El gráfico Nº 26 indica como las mujeres han sido especialmente víctimas de detenciones arbitrarias en un 30% de los casos ocurridos contra ellas, seguido de los homicidios políticos 25,9%, las masacres 17,8%  y las amenazas políticas 17,7%.

 

Masacres

 

 

Los datos recopilados por el CPDH permiten señalar como el departamento que presenta el mayor número de víctimas es Antioquia, en donde a su vez, importa resaltar como el Valle del Cauca, Caquetá, Bogotá, Arauca y Norte de Santander, donde se presentaron notorios incrementos en el número de víctimas de masacres, resultan ser también los que presentan unos de los mayores porcentajes, en proporción superior al 41%.

 

 

Con la información disponible del CPDH, donde se ha podido establecer la ocupación o sector social de las víctimas, que en el caso de las mujeres son 71 de cada 100, se tiene los ataques se han dirigido especialmente contra campesinas en un 45,2%, seguida de amas de casa 11,6% y estudiantes el 9,4%.

 

Las estrategias para lograr posicionamientos y control territorial, así como el sometimiento de la población en las áreas rurales por parte de los actores armados, resulta ser manifiesto.

 

 

 

 

A diferencia de lo ocurrido con las víctimas de masacres en general, en el caso de las mujeres se observa como existen mayores niveles de ocultamiento de los autores, pues 37 de cada 100 casos, el grupo autor de los hechos no se encuentra individualizado.

 

En los casos en que ha sido posible establecer la responsabilidad, con la información recopilada por el CPDH, el 66% de los casos es atribuible a la acción del Estado, bien directamente a través de la Fuerza Pública (3%) o de los grupos paramilitares (63%).

 

Cabe resaltar que en los casos donde existe individualización de la responsabilidad el 34% de los casos donde han sido víctimas las mujeres, son atribuibles a la acción de las guerrillas, porcentaje que resulta ser superior frente al número de víctimas de masacres a nivel general.

 

Homicidios Políticos

 

 

Del total nacional de víctimas de homicidio político que pudo ser recopilado por el CPDH, el 8,48% corresponde a mujeres, encontrándose en mayor número de víctimas en el departamento de Antioquia (20%), seguido de Norte de Santander (14%), Magdalena (8,77%), Tolima (6,6%) y Santander (5,96%).

 

Visto en comparación con los promedios de homicidios políticos en contra de mujeres durante los dos últimos años, fecha en la cual inicio la clasificación el CPDH por género, se observa que el número de crímenes en contra de mujeres mantiene un promedio porcentual.

 

 

En 76 de cada 100 casos, donde el CPDH con la información recibida se ha podido establecer la ocupación o sector social de las víctimas, se tiene que al igual que ocurrió con las víctimas de masacres, quienes han sido especialmente afectadas, en una proporción cercana al 50% de los casos, son las campesinas (28,2%) y las amas de casa (21,3%).

 

Sobresalen a su vez, por el nivel de victimización de que han sido objeto, las educadoras, así como las dirigentes cívicas y comunitarias, las estudiantes, sindicalistas y defensoras de derechos humanos, que dentro del total de mujeres representan el 20%.

 

 

 

 

 

La clandestinidad con que actúan los actores, así como la forma en que vienen siendo documentados este tipo de hechos por parte de los medios de comunicación, se reflejan en el porcentaje de casos donde el autor de los hechos no es conocido, que en el caso de las mujeres es de 62 de cada 100 casos.

 

Donde ha sido posible establecer dicha autoría, se tiene que el 80% de los casos es atribuible al Estado (74% paramilitares y 6% Fuerza Pública), mientras que un 20% corresponde a las guerrillas.

 

Homicidio Societal

 

 

Los datos obtenidos por el CPDH señalan que frente al total de víctimas de homicidio societal, el porcentaje de mujeres víctimas de los mismos resulta ser el menor en relación con las otras modalidades de crímenes, en donde a su vez el número de departamentos donde se logró recopilar información sobre este tipo de crímenes frente a mujeres, resultan también ser mas localizado. Un total de 20 mujeres fueron asesinadas por razones de intolerancia social

 

Del total del mujeres víctimas de homicidio societal el mayor numero de casos se presenta en el Valle del Cauca (25%), Huila (15%), Norte de Santander (15%) y Risaralda (15%).

 

 

Por la ausencia de referentes organizativos, así como el tratamiento dado por los medios de comunicación a este tipo de crímenes, en 70 de cada 100 homicidios societales ha sido posible establecer la ocupación de las víctimas, el 46,6% corresponde a marginadas sociales, seguido de trabajadoras independientes en un 13,3 %.

 

Se resalta como en este tipo de crímenes el 13,3% corresponde a menores de edad.

 

 

Visto en comparación con el conjunto de los crímenes contra mujeres, los homicidios societales resultan ser los que presentan un mayor nivel de falta de información sobre los presuntos responsables de los mismos, siendo en un 80% de los casos el autor desconocido. El restante 20% se distribuye entre paramilitares (15%) y Ejército (5%).

 

 

Desaparición Forzada

 

 

Los datos que han podido ser recopilados por el CPDH señalan que durante el año 2003, 65 mujeres fueron objeto de desaparición forzada, lo que equivale al 14% de los crímenes del total nacional.

 

La ejecución de este crimen de lesa humanidad contra mujeres se concentró especialmente en los departamentos de Tolima con un 12,3% y en Antioquia, Arauca, Bolívar, Huila, con un 9,2% en cada uno de ellos.

 

Resalta que el departamento del Tolima fue el tercero en el total de desapariciones nacional, y resulta ser el primero en este tipo de crímenes contra las mujeres, situación similar a la ocurrida en el Huila, que dentro del total nacional ocupó el lugar número 12, y contra mujeres comparte el segundo lugar.

 

 

En el 84% de los casos, donde fue posible establecer la ocupación o sector social de las víctimas, al igual que ha ocurrido con las masacres y homicidios políticos, el sector social especial víctima de este crimen de lesa humanidad son las campesinas en un 48,1%, seguidas de las estudiantes en un 12,9% y las amas de casa en un 9,26%.

 

 

En esta modalidad de crímenes, en razón de la forma en que han sido ejecutados los crímenes, el tratamiento dado por los medios de comunicación y el ocultamiento de la identidad por parte de los victimarios, a fin de encubrir responsabilidades y favorecer la imagen e impunidad, en el 46% de las desapariciones ejecutadas contra mujeres, el grupo autor de las mismas no se encuentra identificado.

 

Amenazas Políticas

 

 

Durante el año 2003, con los datos obtenidos por el CPDH se tiene que 192 mujeres fueron objeto de amenazas por razones políticas, lo que representa un 21,9% del total nacional.

 

Dichas amenazas se presentaron con mayor intensidad en Santander, Arauca, Bogotá, Antioquia y Tolima, resaltando como el departamento de Santander que presento tasas intermedias en el total nacional, resulta ser el mayor en el número de amenazas contra mujeres, por razones sociales o políticas.

 

 

En el 98% de los casos donde fue posible establecer la ocupación de las mujeres víctimas, se tiene que a diferencia de lo ocurrido con las masacres, homicidios políticos y desapariciones forzadas, el sector privilegiado para hacer víctima de estas amenazas son las educadoras (16%), seguidas por las defensoras de derechos humanos (11,7%), campesinas (11,2), sindicalistas (6,9%) y periodistas (6,4%).

 

 

Con la información disponible en el CPDH, en 80 de cada 100 amenazas ocurridas ha sido posible establecer la presunta responsabilidad de los autores de amenazas políticas. De ellos se tiene que el 86% de los casos es atribuible al Estado (paramilitares 74% y Fuerza Pública 12%), mientras que a la guerrilla corresponde un 13%.

 

 

Menores de Edad Víctimas de Violación de los Derechos a la Vida y Libertad

 

 

Con la información que logró recopilar el CPDH se tiene establecido que durante el año 2003 198 menores de edad fueron víctimas de atentados contra sus derechos a la vida y libertad, en medio del conflicto armado, presentándose en tal sentido una tasa promedio de una agresión cada 1,8 días.

 

 



[1]           Procuraduría General de la Nación, La Zona De Rehabilitación y Consolidación de Arauca, Informe Especial: “El intento institucional de romper por la base el tejido social existente de convivencia -que no de connivencia- con actores armados al margen de la ley-, no ha sido el mejor. Por ejemplo, el programa "Soldados por un día" que opera en Saravena, ha sido denunciado por la ciudadanía debido al sentido y al tipo de prácticas que comporta”.

[2]           Procuraduría General de la Nación, Informe sobre la Zona de Rehabilitación de Sucre y Bolívar: “las Fuerzas Militares en sus operaciones llevaban a un desertor acogido al plan de protección de testigos de la Fiscalía General de la Nación, a quien uniformaban al igual que a un soldado y le cubrían el rostro para evitar su identificación. Este señalaba a dedo a los presuntos guerrilleros quienes eran privados de la libertad por las Fuerzas Militares”.

[3]  Diario El Tiempo,  febrero 22 de 2003

[4]           Pliego de Modificaciones al Proyecto de Ley Estatutaria No. 85 de 2003, Senado de la República, artículo 2.

[5]  Procuraduría General de la Nación, La Zona de Rehabilitación y Consolidación, Sucre –Bolívar, Informe Especial, Agosto 28 de 2003

 

[6]  El Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos asume como masacre el homicidio colectivo en el cual han sido ejecutadas tres o mas personas.

[7]  http://eltiempo.terra.com.co/judi/2004-04-14/ARTICULO-WEB-_NOTA_INTERIOR-1582783.html

 

[8]  21 de agosto de 2003, 42 personas detenidas arbitrariamente.