SITUACION DE DERECHOS HUMANOS EN COLOMBIA - 2002

 

 

 

 

COMITÉ PERMANENTE POR LA DEFENSA DE LOS DERECHOS HUMANOS.

 

 

BANCO DE DATOS

 

 

 

 

Informe  elaborado por

Omer Calderón

Universidad Distrital Francisco José de Caldas

 

Datos producidos por

Adriana Pestana Rodríguez

 Nathalia Gómez Salas

 

 

 

Bogotá, D.C. 23 de Abril de 2.003

 

 

 

 



Introducción

Cuando un Estado militarmente más fuerte, desafía todo ordenamiento jurídico internacional invadiendo un pequeño país, rico en petróleo, se hace más evidente que la movilización por los derechos humanos es una estrategia clave en la resistencia de los pueblos a todas las formas de opresión.  En esa dirección apunta este nuevo informe sobre la situación de los derechos humanos en Colombia durante el año 2002.

Continua el CPDH haciendo seguimiento a las violaciones de derechos humanos, específicamente en cuanto a ejecuciones arbitrarias a través de masacres y homicidios selectivos, así como a crímenes contra la integridad personal expresado en desapariciones forzadas y en detenciones arbitrarias. Se complementa esta información con datos acerca de violaciones al derecho internacional humanitario, en hechos de masacres, homicidios y víctimas civiles en ataques a poblaciones. Todos estos aspectos son analizados en sus expresiones departamentales, regionales, según sectores sociales afectados y por presuntos responsables.

De las masacres se mantiene un seguimiento histórico, desde la década de los 90, mostrándose en esta ocasión algunos elementos que indican la dinámica y magnitud de este crimen contra la humanidad. Los saltos en intensidad y magnitud de asesinatos colectivos permiten aportar elementos a la validación de la tesis acerca del carácter estructural de la violencia facilitada, agenciada o tolerada por el Estado como mecanismo de conservación y consolidación de las relaciones de poder predominante en la sociedad colombiana.

Por su parte, las ejecuciones arbitrarias a través de asesinatos selectivos, se presentan en su dinámica territorial y sectorial durante el año 2002. La tendencia que registran los datos del CPDH es la de mantenerse en ascenso como medio de desarticular formas de expresión social independiente o contrarias al régimen político colombiano.

Contra el derecho a la vida se atentó con amenazas individuales y colectivas. Este procedimiento se extendió en la geografía nacional e incrementó rango de personas y organizaciones afectadas, en cierta medida asociadas a las reacciones políticas propiciadas por la ruptura del proceso de paz con la insurgencia armada de las FARC-EP, de una parte, y de otra, por los retos y desafíos que en materia de orden público planteara el nuevo gobierno de Álvaro Uribe Vélez.

Crímenes de lesa humanidad como las desapariciones forzadas se continúan registrando en el banco de datos del CPDH. El análisis que presenta este informe permite soportar la magnitud de la responsabilidad estatal en la conservación de la violencia en tanto procedimiento preponderante en el disciplinamiento social.

Sobresale en este informe el comportamiento de las detenciones arbitrarias. Este que era un aspecto del cual no se tenían suficientes registros en el CPDH, por la fuerza de los hechos ha incidido en que se destaque en el banco de datos, especialmente después de la posesión del actual gobierno.

Las violaciones al derecho internacional humanitario, aunque en el contexto del conflicto interno comprende el conjunto de acciones contra los derechos humanos, se presentan aquí específicamente relacionados con las circunstancias y efectos de la confrontación armada, en la medida en que atenta contra la población civil y en general contra personas protegidas.

Este informe mantiene un análisis del comportamiento de las violaciones de los derechos humanos de acuerdo a sus expresiones en los departamentos, y en esta ocasión, en los municipios que comprenden las zonas de rehabilitación creadas por el gobierno al amparo del estado de conmoción interior. Así mismo se presentan los resultados de acuerdo con los datos acerca de las víctimas y los presuntos responsables de violaciones a los derechos monitoreados por el CPDH.

Punto especial es el registro y análisis de la situación de las mujeres víctimas de violaciones de derechos humanos. El seguimiento territorial y la composición social, son aspectos que permiten observar de un lado la profundidad del conflicto interno que vive el país y, de otro lado, el papel cada vez más destacado de la mujer colombiana en los diversos escenarios de acción por la dignidad humana, por lo cual se convierte en objetivo de los cometidos contra los sectores y fuerzas sociales que propugnan por una patria mejor.

De otra parte, con este informe se aplican una serie de precisiones conceptuales que permiten mejorar la sistematización de la información que produce el banco de datos del CPDH.

En primer lugar se refirma el criterio ampliamente aceptado, y base del ordenamiento jurídico del derecho internacional de los derechos humanos, de que las violaciones de derechos humanos aluden a la responsabilidad de los Estados. Por tanto, son estos los que violan los derechos humanos. Los particulares, como se sabe, pueden cometer delitos que deben ser sancionados por el Estado. Este es un asunto ratificado en los informes de la Oficina del Alto Comisionados de Naciones Unidas para los derechos Humanos en Colombia, la oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos. En su informe sobre el año 2000, afirma que “ Las acciones y omisiones contra derechos consagrados en instrumentos internacionales de derechos humanos [1] constituyen violaciones de éstos cuando tienen por autores a servidores públicos del Estado o a particulares que obran por instigación, con el consentimiento o con la aquiescencia de las autoridades” [2] . En el reporte sobre el año 2002 se sostiene que “Las acciones y omisiones contra derechos consagrados en instrumentos internacionales de derechos humanos y de derecho penal internacional [3] o en normas del derecho internacional general, constituyen violaciones de éstos cuando tienen por autores a servidores públicos o se realizan con la aquiescencia de las autoridades.  La responsabilidad por esas violaciones será por omisión cuando se incumpla el deber de garantía, en la medida en que este incumplimiento no sea deliberado y que no haya participación de agentes estatales en la preparación, cobertura o encubrimiento.  La responsabilidad será por acción cuando agentes estatales se vean involucrados en la preparación de los hechos, la participación en los mismos, o en el encubrimiento o protección de sus autores.” [4]

Estos concpetos se desarrollan con la definción de violaciones de derechos humanos como “las transgresiones gubernamentales de derechos garantizados por normas nacionales, regionales o internacionales sobre los derechos humanos y los actos u omisiones directamente imputables al Estado que suponen el incumplimiento de obligaciones jurídicas derivadas de normas sobre los derechos humanos. Se produce una violación cuando una ley, política o práctica infringe o desconoce deliberadamente obligaciones que corresponden al Estado respectivo, o éste no alcanza el nivel de conducta o de resultados que se requiere. También ocurren violaciones de derechos cuando un Estado retira o elimina protecciones existentes de los derechos humanos.” [5]

Desarrollando los criterios acerca de la resposabilidad estatal en la garantía de los derechos humanos, así como la definción sobre sus violaciones, se establece para el análisis de los resultados del banco de datos del CPDH, que las ejecuciones arebitrarias se presentan como masacres y homicidios selectivos. Con ello se supera la clasificación de violaciones a partir de la presunción de intencionalidad, tal como se hizo hasta el informe del año pasado. Por esta razón, en esta ocasión no aparecen masacres o homicidios “políticos” o “societales”, para hacerlo de acuerdo a la violación misma, clasificada de acuerdo al contexto político en que se produce, para diferenciarla de los delitos tipificados por el código penal como acciones de particulares.

En este sentido, de las violaciones al derecho a la vida, se sistematiza la información sobre ejecuciones arbitrarias, definidas como “el homicidio perpetrado por un agente del Estado o cualquier otra persona que actúe con autoridad gubernamental o con la complicidad, la tolerancia o el consentimiento del Estado, pero sin ningún proceso judicial o sin el debido proceso judicial.” Específicamente “Las ejecuciones arbitrarias (que deben distinguirse de las ejecuciones realizadas después de un juicio imparcial) son muchas veces homicidios en circunstancias sospechosas, con las siguientes características: 1) La muerte se produjo mientras la persona estaba en poder de funcionarios encargados de hacer cumplir la ley (por ejemplo, en detención policial), de funcionarios públicos o de otras personas que actúan con carácter oficial; 2) La muerte no fue seguida de una investigación oficial. Las autoridades no llevaron a cabo adecuadamente la autopsia de la víctima o no tomaron las medidas necesarias para obtener prueba pertinentes (informe médico, indicios de tortura previa, etc.). Las ejecuciones arbitrarias incluyen los homicidios cometidos por razones políticas, las muertes que resultan de la tortura u otros tratos crueles, inhumanos o degradantes, y los homicidios que siguen al secuestro o la desaparición forzada, cuando se manifiestan las condiciones mencionadas.” [6]

De esta forma, de las ejecuciones arbitrarias, se presentan las masacres y los homicidios selectivos. De las primeras “Se considera como masacre, cuando se asesina de manera intencional a personas en estado de indefensión y tres o más víctimas son el resultado del hecho, en iguales circunstancias de tiempo y lugar, producidas por ataques armados o causa parecida. Se excluyen las acciones bélicas.” [7] Respecto a los homicidios selectivos se aplica el concepto de ejecución arbitraria sobre un individuo. Se incluyen en estas dos categorías los llamados homicidios y masacres “societales”, que hacían referencia a aquellos dirigidos a sectores sociales marginados de las actividades formales de la economía y excluidos de los circuitos de integración cultural, así como a otros sectores que no siendo marginales, son atacados indiscriminadamente como suele suceder con grupos de pobladores asesinados por pertenecer a un determinado territorio. Estos casos quedan incluidos en ejecuciones arbitrarias, porque en ambos casos responden a mecanismos de control social tendientes a garantizar la perdurabilidad del régimen político, estando así cubiertos por el concepto de ejecuciones arbitrarias.

Otro cambio que presenta este informe es la exclusión de los registros de delitos comunes. Estos se incluían de acuerdo a los informes de prensa que daban cuenta de delitos comunes tipificados en el código penal. Sin embargo, la diferencia entre los registros del CPDH y los reportes del Instituto de Medicina Legal eran muy amplios, debido a la contradicción en las fuentes: secundarias en el primer caso, primarias en el segundo. Esto hacia muy precaria la información el CPDH y por tanto irrelevante seguir tratando de llevar estos registros, cuando se dispone de los reportes del Instituto.

En cuanto a las infracciones al derecho Internacional Humnanitario, se asume que “En el marco del conflicto armado interno colombiano, las infracciones al derecho internacional humanitario son acciones u omisiones contrarias al artículo 3 común a los Convenios de Ginebra, al Protocolo II adicional a éstos [8] y al derecho consuetudinario, cuya autoría corresponde esencialmente a quienes participan directamente en las hostilidades. En Colombia, el derecho internacional humanitario se aplica al Estado, a las guerrillas y a los paramilitares.” [9] .

Desde esta conceptualización el presente informe registra las masacres y homicidios atribuidos a las fuerzas insurgentes armadas, en tanto constituyen acciones contra personas y colectivos protegidos. En esta misma categoría se incluyen los registros sobre civiles muertos en medio de la confrontación armada, que son presentados como víctimas de ataques a población civil.

Respecto de los sectores sociales afectados por las violaciones de derechos humanos, en este informe se reorganizan de acuerdo a los sectores básicos de la economía. Así, información sobre las víctimas que son trabajadores se presentan organizados como trabajadores agrarios, donde se incluyen campesinos e indígenas; trabajadores de la industria, la manufactura y la construcción, donde se incluyen los dirigentes sindicales del sector; y trabajadores del sector de servicios, donde se contiene a trabajadores del comercio, de ONG’s y profesionales independiente entre otros. Junto a ellos se registran las víctimas entre empresarios y dirigentes sociales y políticos, entre los que se cuentan representantes a cuerpos públicos colegiados.

De esta forma se presenta el informe sobre violaciones de derechos humanos en Colombia durante el año 2002, precedido de una alusión al contexto político que enmarca las luchas sociales y las acciones represivas del establecimiento. Este documento concluye con una serie de reflexiones acerca del sentido y el contenido de la movilización por la defensa, garantía y conquista de los derechos humanos, en la perspectiva de alcanzar para Colombia la paz con justicia social.

Nuevo Gobierno: seguridad estatal desplaza los derechos humanos

El contexto de la situación de los derechos humanos en Colombia estuvo caracterizado por la ruptura de negociaciones entre el gobierno y las FARC-EP, el inicio del nuevo gobierno de Álvaro Uribe Vélez y el deterioro de las condiciones de vida de la gran mayoría de la población colombiana.

La presión de las fuerzas renuentes a un acuerdo de paz sobre la base de cambios sustanciales al Estado y al régimen político, se logró imponer en las decisiones del gobierno de Andrés Pastrana, al punto que éste aprovecho un incidente para clausurar la zona de distensión y así cerrar el proceso de paz que completaba tres años.

Un balance del proceso de paz dejaba como saldo la construcción de una agenda de negociaciones, el establecimiento de condiciones de seguridad y confianza para los diálogos, mecanismos de consulta con las organizaciones sociales, culturales, políticas y gremiales, y el escenario para la difusión y promoción de perspectivas de solución a los más agudos conflictos nacionales.

Aunque el proceso de paz contaba con este acumulado, que se constituirá en un punto de referencia para nuevas negociaciones, el clima de confrontación se acentuó, generándose una dinámica que hizo de los resultados de la confrontación militar, un indicador de los alcances de las negociaciones. De esta forma, la posibilidad de algún acuerdo coincidía con un inusitado incremento de masacres cometidas por grupos paramilitares, tal como se mostró en el informe del CPDH sobre el año 2001. Así mismo, la toma de poblaciones, la retención de personal militar o de políticos, se acentuaban por parte de la guerrilla. Con estas circunstancias, y precisamente porque se agudizaban en la confrontación,  era posible que se dieran las negociaciones, cuyo principal obstáculo lo constituyó los objetivos contradictorios: para la insurgencia armada es un asunto de relaciones de poder en la sociedad, para el Estado es un problema de reinserción.

Los acontecimientos que rodearon el proceso de paz hicieron que en materia de violaciones a derechos humanos, se registrara un aumento en extensión e intensidad de las violaciones al conjunto de los derechos de las personas, destacándose el despliegue de operaciones encubiertas del Estado al punto que estas representaron durante el 2001 cerca de la mitad de masacres y homicidios selectivo bajo responsabilidad directa de grupos paramilitares, y el 44% bajo responsabilidad de grupos armados no identificados que operaban bajo territorios de su influencia o en disputa con las fuerzas insurgentes armadas.

Parejo con el proceso de negociaciones entre el gobierno y la insurgencia armada, a tiempo que se incrementaban las acciones bélicas, la movilización social creció y se politizó en cuanto a sus alcances. Las protestas y movilizaciones populares tuvieron como centro de sus reivindicaciones la resistencia a las políticas de ajuste fiscal, que el gobierno de Pastrana trató de aplicar a través del Plan Nacional de Desarrollo. Todas las medidas dirigidas al recorte de derechos de los trabajadores, a disminuir las transferencias a los entes territoriales y a propiciar las condiciones para la privatización de empresas estatales estratégicas, fueron sistemática y unitariamente rechazadas. Los compromisos del gobierno nacional con el Fondo Monetario Internacional, aunque tuvieron avances, no lograron plasmarse totalmente.

El mayor logro gubernamental en materia de medidas de ajuste fiscal, lo constituyó el Acto Legislativo No. 1 de 2001, que eliminó el situado fiscal y creó un nuevo mecanismo de transferencia de recursos a las regiones, que  significará al Estado un ahorro de 9 billones de pesos hasta el año 2.008, con base en el recorte al presupuesto a la salud y la educación. En esta perspectiva, la movilización del magisterio, aunque fuerte y persistente, no logró detener la promulgación de la ley 715 de 2001, que en términos generales representa el inicio del final de la educación pública, para dar paso a la reorientación de los recursos públicos hacia la financiación de la educación privada.

Aumento de la confrontación armada, incremento de las violaciones de derechos humanos y auge de la movilización social, fueron el escenario de la ruptura gubernamental del proceso de paz. Las estrategias de lucha y los contrarios intereses sociales continuaron expresándose en las condiciones de un consumado gobierno, una campaña electoral ambientada para opciones militaristas, la continuación de los asesinatos de dirigentes sindicales, populares y de izquierda, haciendo que se posicionara en la mente de la mayoría de la población  la idea maniquea que diferencia entre violentos y pacifistas, lo cual sirvió de soporte a la campaña presidencial de Álvaro Uribe Vélez, como pregonero principal de los “enemigos de los violentos”. Desde esta  campaña electoral del año 2002, se va consolidando entre diversos sectores de opinión, el criterio de que los derechos humanos hacen parte de las estrategias de seguridad del Estado, presentadas como “seguridad democrática”.

El triunfo de la campaña presidencial de Álvaro Uribe Vélez, en mayo de 2002, en la primera vuelta electoral, le implicó al país el predominio de criterios regresivos en materia del conflicto armado interno, los derechos humanos, así como la profundización de las políticas de sometimiento a los dictados del Fondo Monetario Internacional en materia económica y social.

Agosto de 2002 marcó el inicio de las medidas anunciadas por Álvaro Uribe durante su campaña. En primer lugar decretó el Estado de Conmoción Interior [10] , justificado entre otros argumentos en que las acciones delincuenciales ocurren entre la población civil, aludiendo a ésta como objetivo de las medidas represivas, por lo que “Estas consideraciones impiden el ejercicio del principio de distinción, impuesto por las reglas humanitarias y pueden dar un justificativo a los grupos armados ilegales para explicar el no respeto de dicho principio militar denominadas de “rehabilitación y consolidación” [11] . Esta medida de excepción en su articulado subordinaba al mando militar a los miembros de la Fiscalía y la Procuraduría quienes se limitaría a tareas de “acompañamiento” en operativos de seguridad; permite las detenciones sin autorización judicial tratando de mantener la aspiración estatal de entregar funciones de policía judicial a la fuerza pública, así como permite detenciones arbitrarias; autoriza interceptaciones y allanamientos sin orden judicial; restringe el transito de extranjeros y el domicilio y movilización de nacionales; y en general coarta básicos derechos civiles y políticos.

Con la declaración de Estado de Conmoción Interior se declaró territorio de control militar, denominada por la resolución 129 de septiembre de 2002 como zonas de rehabilitación y consolidación, los municipios de Mahates, María La Baja, Calamar, El Guamo, San Juan de Nepomuceno, San Jacinto, Carmen de Bolívar, Córdoba y Zambrano, en el Departamento de Bolívar; los municipios de San Onofre, Colosó, Chalán, Ovejas, Tolú Viejo, Sincé, Galeras, El Roble, San Pedro, Corozal, Sincelejo, San Juan de Betulia, Los Palmitos, Morroa y Buena Vista, en el Departamento de Sucre; y los municipios de Arauca, Arauquita y Saravena, ubicados en el Departamento de Arauca. En esta región el Estado colombiano puso en marcha su concepción de seguridad democrática en tanto rasgo definitorio del tipo de régimen político, que abarca incluso el tratamiento de los problemas de violaciones de derechos humanos, primero como tema que compete por igual a todos en la sociedad, con lo que diluye la responsabilidad estatal y, de otra parte, trata de encubrir el desconocimiento de derechos por la vía de legalizar su violación, en nombre de la razón de estado, esta vez presentado como la seguridad de todos.

La magnitud de las pretensiones de legalizar arbitrariedades ha chocado de nuevo con el sentido progresista del orden constitucional vigente. Por esta razón la Corte Constitucional declara inexequible las funciones de policía judicial asignadas a la fuerza pública, así como la obligación de solicitud de permiso para periodistas en zonas de control militar, a tiempo que levantó las restricciones al transito de extranjeros y ONG’s en misiones humanitarias. La Corte igualmente suprimió el mandato otorgado al Ministerio del Interior sobre las autoridades civiles de las zonas de rehabilitación, estableciendo esta función en las gobernaciones, así como deroga la autorización que se daba a la realización de censos por parte de la fuerza pública.

Que la tendencia es hacia la legalización de medidas arbitrarias, como forma de responder al reclamo por las violaciones de derechos humanos, se evidencia en la política de reincorporación al orden jurídico de los grupos paramilitares.

En efecto, aprovechando la revisión obligada de la ley 418 sobre procesos de paz, el gobierno promueve en el Congreso de la República su continuidad, eliminando del articulado el requisito de que para eventuales negociaciones, el gobierno debía previamente reconocer el carácter político del grupo armado. De esta forma, se dio un paso mas en la negación del delito político, y de paso, reconoció a todo grupo armado su potencialidad para negociar con el Estado. Fue evidente a todas luces, que la medida benefició específicamente a los grupos paramilitares, que desde que entran en operación establecen en sus estatutos que su función es la defensa del Estado colombiano, con lo cual reconocen sus vínculos con las operaciones encubiertas de Estado.

Durante el año 2002, se inician conversaciones con la coordinación paramilitar, con una agenda desconocida, pero que por declaraciones de voceros de la Vicepresidencia de la República, tienden a lograr mecanismos legales que permitan su vinculación al ordenamiento jurídico vigente. Ordenamiento que su vez viene siendo modificado con la implementación de la política de creación de una vasta (y basta) red de informantes, así como la ampliación de la milicia con la creación de contingentes de soldados  campesinos, que estando vinculados al ejercito, no hacen parte de sus contingentes regulares, sino que cumplen tareas de control territorial.

El proceso de legalización de las operaciones encubiertas de Estado y de las acciones arbitrarias contra la población, tiene su complemento en las medidas de ajuste fiscal, tendientes a orientar la crisis económica del país hacia el incremento de la explotación del trabajo, como fuente de riqueza, a tiempo que se mantienen las estructuras que determinan el constante incremento de la concentración del poder económico y el aumento de la pobreza en la mayoría de la población colombiana.

Desempleo del 15 %, los salarios básicos incrementados por debajo del índice de inflación del año 2001 y aumento de la proporción que está en condiciones de pobreza, son algunos de los indicadores del deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de la población, manteniéndose así la constante negación de derechos económicos, sociales y culturales.

Las medidas económicas y políticas que adoptó el nuevo gobierno para enfrentar la critica situación de la economía nacional, parte de asumir que la causa de estas condiciones radica en el conflicto armado, definido como asunto de carencia de seguridad para los negocios de los empresarios nacionales y para las inversiones extrajeras, por lo cual se desestimularía la creación de empleo y con ello se incrementarían las condiciones para la delincuencia.  En conclusión el norte de la política  gubernamental son las medidas de seguridad para la prosperidad de los negocios.

Para este propósito se ha acogido al programa de ajuste fiscal, dirigido a reducir el gasto estatal, a fin de librar recursos dirigidos a garantizar el pago de la deuda pública y el sostenimiento de los planes bélicos, que a pesar de contar con el apoyo del Plan Colombia, demandan cada vez de mayores gastos militares.

En este contexto, la movilización por los derechos humanos, de una parte se volvió a convertir en problema de seguridad, en tanto, según la lógica oficial, su defensa contribuye a crear el ambiente para la acción de los grupos que amenazan la seguridad estatal. De allí que la reacción frente a los llamados de atención de organizaciones internacionales de derechos humanos, haya consistido en la promoción de la vacuidad de la responsabilidad estatal por los derechos humanos, la negación sistemática de los vínculos orgánicos del estado con el paramilitarismo, y la inserción de estos asuntos en la lógica de la lucha contra el terrorismo, como enemigo principal de la sociedad, a lo cual se debe supeditar cualquier reclamo que no condene un terrorismo difuso, del que para el gobierno solo es claro que el aparato estatal no tiene ninguna responsabilidad.

Con este contexto los resultados arrojados por el banco de datos del CPDH cobran sentido, de una parte para comprender el rumbo que lleva el actual gobierno, así como para ver que, aunque persiste la eliminación de millares de colombianos en medio de la lucha por una mejor nación, se sostiene la lucha por la dignidad de toda persona, soportadas en la justicia de las causas populares.

Coyunturas políticas y violaciones a los derechos humanos

 Ver Gráfico 1

Durante el año 2002 se presentaron 522 masacres, con 2494 víctimas. En mayo se presentaron el mayor número de víctimas (228), que empezaron a disminuir de manera continua desde el mes de septiembre (199 víctimas), para terminar en el mes de diciembre con 45 personas asesinadas en masacres. Este hecho indica que el cambio de gobierno tuvo alguna incidencia en la intensidad de las masacres en Colombia.

Entre las ejecuciones arbitrarias, los homicidios selectivos tuvieron un comportamiento particular durante el año. Entre estos hubo 4.419 personas asesinadas, registrándose un incremento continuado desde febrero (319 víctimas), hasta septiembre cuando son asesinadas 447, en circunstancias que comprometen la responsabilidad del Estado. A partir de octubre (con 389 víctimas) y hasta diciembre con 187 asesinados, la tendencia es a la disminución de estos homicidios selectivos. Aquí se destaca el incremento inusitado de estos crímenes durante los primeros 9 meses del año, a tiempo que de nuevo se observa que la disminución de estos crímenes coincide con el inicio del nuevo gobierno.

Las desapariciones forzadas, por su parte,  afectaron a 734 personas. Este crimen fue prácticamente constante durante el año, presentando incrementos destacados en abril (111 desapariciones forzadas) y en Octubre cuando desaparecen a 121 personas. Desde ese momento la intensidad de este crimen disminuye, hasta llegar a diciembre con 6 víctimas.

Mientras las masacres y homicidios selectivos coinciden en su comportamiento, las detenciones arbitrarias presentan una tendencia atípica. En efecto, entre febrero y julio solo se producen detenciones que no pasan de 8 en los meses de marzo, abril y junio. Pero en agosto la cifra salta a 60 personas detenidas arbitrariamente, que luego se incrementan 389 en septiembre, 95 en octubre, 136 en noviembre y 39 en diciembre. Se nota de esta forma que mientras los primeros crímenes se mantienen y disminuyen desde septiembre, las detenciones se disparan desde agosto de 2002, coincidiendo con el nuevo gobierno y, sobre todo, con la promulgación del Estado de Excepción en septiembre del mismo año.

Este Informe 2002 sobre derechos humanos, analiza más en detalle estos datos, de manera que sirven de sustento al planteamiento de que en Colombia se está haciendo transito hacia un régimen político que pretende legalizar las violaciones de derechos humanos a través de medidas de excepción, complementada con procesos de legalización de las operaciones encubiertas del Estado, por medio de los acuerdos que se adelantan con las milicias paramilitares.

Violaciones al derecho a la vida: las Ejecuciones arbitrarias

Las ejecuciones arbitrarias fueron registradas en el banco de datos del CPDH, en masacres y homicidios selectivos, ocurridos entre los 32.626 homicidios y accidentes de tránsito durante el 2002, reportados por la Policía Nacional [12] . En estos datos se registró que en Medellín, la segunda ciudad de Colombia, se cometieron 4.933 homicidios en el 2002, seguida de Cali, la tercera ciudad del país, con 2.661. por su parte Bogotá registró 2.448 homicidios, cifra que permite destacar el alto nivel de criminalidad de las otras capitales.

El registro que el CPDH lleva de las masacres permite hacer una serie de observaciones que revelan la continuidad y sistematicidad de esta forma  criminal de control social.

Masacres desde la década del 90’

De 1990 a 1993 las ejecuciones arbitrarias a través de masacres, aunque significativas no representaba un problema de la magnitud que hoy tiene. Pasaron de 38 en 1990, a 48 en 1992, bajado a 28 en 1993. Son años de aguda crisis institucional que desemboca en la Asamblea Nacional Constituyente y en una nueva Constitución Política, la que a su vez consagra el conjunto de derecho humanos, pero junto a las disposiciones económicas de orientación monetarista, privatizadora y fiscalista, abandonándose la función estatal de combatir contra la pobreza, la generación de trabajo para todos y garantizar el derecho de todos a la salud, servicios públicos y educación.

Ver Gráfico 2

Debido a que la paz no se consolidó con la nueva Constitución, sino que las contradicciones sociales se profundizaron por efecto de las medidas económicas y sociales, la forma de control social que se fue abriendo paso con mayor fuerza fueron las masacres de personas generalmente ubicadas en regiones con mayores conflictos sociales. En 1994 el cometido de masacres dio un salto a 119, manteniendo un incremento constante hasta llegar a doblarse en el año 1999, cuando se cometen 258 masacres. Al siguiente año se duplica el número de masacres, llegando a 503. En el siguiente año de 2001 se cometen 633 masacres, que representa un incremento del 26%, para llegar al año 2002 con una leve disminución del 18%.

Ver Gráficos 3 y 4

                 

La escalada ascendente en cuanto a número de masacres, se corresponde con la cantidad de personas asesinadas en estas circunstancias. En 1994 mueren en masacres 655 personas, alcanzando en el año 2001 la cantidad 3043 hombres y mujeres masacrados. En el año 2002 se presenta un descenso en la cantidad e intensidad de masacres, dejando 2494 víctimas en 522 masacres, lo que significó un decrecimiento del 28% de personas asesinadas. Desde la perspectiva de la tasa de asesinados en masacres, por cada millón de habitantes, las cifras reflejan la dinámica ascendente del terror, en tanto las personas que mueren en masacres se incrementa a un ritmo superior al del crecimiento de la población.

Tendencias en el incremento de masacres se pueden observar en los gráficos 5 y 6 y 7

El porcentaje de incremento de masacres, así como del número de víctimas,  de un año a otro muestra los años 1994 y 2000 con los índices más altos. En el primer caso, respecto del año anterior el número de masacres se incrementó en 358 %, mientras que el número de personas víctimas en este tipo de ejecuciones arbitrarias se subió en 352 %. En ambos casos la cifra se triplicó. Así mismo, en el año 2000, las masacres crecieron en 95%, esto es que prácticamente se duplicaron, y la cantidad de personas asesinadas aumento en 60%.   Esto  está  indicando  coyunturas  donde  la  estrategia de terror sobre la

población se escaló junto con la extensión y dimensión del conflicto interno, coincidiendo en ambos casos con momentos específicos de la lucha social y de los procesos de paz con la insurgencia armada.

De otra parte, durante la década pasada y lo que va corrido del presente siglo, el promedio de víctimas por masacre, paso de 7 en 1990, a 5 en los años 1992 a 1996, incrementándose a 6 entre los años 1997 y 1999. Entre los años 2000 y 2002, la magnitud de cada masacre tiende a disminuir, al presentarse en este último año un promedio de 4 personas asesinadas en masacres. Estos datos permiten corroborar que este tipo de crímenes buscan dejar huellas profundas en la memoria de la población, especialmente cuando el número de víctimas es grande y, a la vez, garantizar por medio de temor control territorial, asunto este que se observa como tendencia reciente en grupos paramilitares que han anunciado que disminuirán sus masacres, supuestamente atendiendo a las contingencias del DIH, para mantener crímenes selectivos o masacres no tan numerosas, como parece corroborarse en los resultados que muestra el gráfico 7.

Ejecuciones arbitrarias: masacres en el año 2002.

Antioquia y Norte de Santander son los departamentos que sobresalen en cuanto al número de masacres y la cantidad de personas asesinadas en estas circunstancias. En Antioquia hubo 121 masacres con 511 víctimas y en Norte Santander murieron 316 personas en 86 masacres, durante el año 2002. Le sigue el Valle el Cauca con 216 asesinados en 56 masacres. Esta realidad señala cómo en estos departamentos se está concentrando el conflicto armado, especialmente por disputas por control territorial. Las acciones encubiertas del Estado han buscado en estos departamentos desplazar la influencia histórica que fuerzas insurgentes armadas han tenido desde hace varias décadas.

Ver Gráficos 8  y 9                                                     

Sin embargo, la tendencia de esta forma de operar sobre el territorio nacional, se aprecia al observar los resultados de masacres por departamentos de acuerdo a una tasa de masacres y víctimas de masacres por cada cien mil habitantes, como se expone en los gráficos 10 y 11.

Durante el año 2002 en el departamento de Arauca se cometieron el mayor número de masacres y de sus víctimas, en proporción por cada 100 mil habitantes. Hubo 29,61 asesinados en 6,6 masacres de acuerdo con la estadística señalada. Este dato pone de presente la magnitud de este crimen en un territorio, de acuerdo a su impacto frente al tamaño de la población. A su vez indica una tendencia si se observa que en el año 2001 este departamento registró la octava tasa de víctimas de masacres y la sexta en cuanto al número de masacres.

Le sigue a Arauca el departamento de Norte de Santander con tasas de 22,49

de víctimas y 5,9 de masacres, por cada cien mil habitantes. En esta región del país se configura una crisis de derechos humanos por su magnitud y continuidad. El dato significa que en un territorio con un millón cuatrocientos mil habitantes, aproximadamente, durante el año 2002 se cometieron 83 masacres con un saldo inhumano de 316 muertos. Se mantiene el drama al comparar con el año 2001, cuando Norte de Santander ocupó el primer lugar en este guarismo al presentar tasa de 23,19 y 5,05 respectivamente.

Caquetá se destaca dramáticamente como la tercera tasa de víctimas y masacres, con cifras de 17,17 y 2,8 respectivamente. El asunto es crítico al ver que en el año 2001 este departamento ocupó el duodécimo lugar en este dato, con una tasa de 6,44 víctimas y 1,67 masacres por cada cien mil habitantes.

Los departamentos de Guajira y Cesar registraron tasas de 11,20 y 10,83 de víctimas respectivamente, con tasas de masacres de 2,4 en el primer caso y 2,3 en el segundo. En estas regiones se mantiene la intensidad y magnitud de estos crímenes, comparados con el año anterior. 

Antioquia presenta un significativo cambio en la dinámica de este crimen. Durante el año 2001 se cometieron 218 masacres con 1006 víctimas, y en el año 2002 se produjeron 121 masacres con 511 asesinados, que desde la perspectiva de tasa de masacres y víctimas por cada 100 mil habitantes significa que en el primer año hubo 18,7 víctimas en 4,05 masacres, y en el año 2002 la proporción bajo a 9,24 y 2,2 respectivamente. La disminución es de prácticamente la mitad en ambos datos. Entre los factores que pueden contribuir a la explicación de este sustancial cambio está de una parte que el conflicto social y armado se concentró básicamente en el nordeste antioqueño, a tiempo y de otra parte, en otras regiones del departamento se consolidaron dominios políticos y militares de las fuerzas armadas confrontadas.

Los departamentos de Guaviare, Magdalena y Meta, presentan una tasa de 8 asesinados en masacres por cada 100 mil habitantes. Le siguen Caldas con 7 y con un cambio significativo el departamento del Cauca con una tasa de 5,54, que el anterior año tuvo una tasa de 23,1 víctimas de masacres por cada 100 mil habitantes.  Por su parte, con tasa de entre 3 y 5 víctimas en masacres están los departamentos de Risaralda, Valle, Huila, Nariño, Chocó, Casanare y Santander. Entre una y dos víctima a razón del número de habitantes, están los departamentos de Tolima, Bolívar, Córdoba, Cundinamarca, Quindío, Atlántico y Sucre. Sobresalen aquí la disminución de la intensidad de ocurrencia de este crimen en los departamentos de Sucre y Tolima, que el anterior año registraron tasas de 8,68 y 8,40 respectivamente.

Con una tasa menor a uno, aparecen los departamentos de Putumayo y Bogotá. En el primero, hubo una baja sustancial al pasar de 7,22 personas muertas en masacre en la proporción aquí establecida, a 0,86. Similar tendencia se observa en Bogotá donde se pasó de 0,45 en 2001, a 0,22 en el año 2002.

Sectores sociales afectados por masacres

Ver Gráfico 12

Continúan los trabajadores del campo en el primer lugar de víctimas de masacres. En el año 2002 murieron en estas circunstancias 940 personas vinculadas a labores agrícolas. En los registros del Banco de Datos del CPDH, se mantienen sin información el 37% de los casos, reafirmando en este aspecto una necesidad a superar para mejor conocimiento de esta tragedia humana. Siguen en proporción los trabajadores del sector secundario de la economía, incluyendo en estos a los dirigentes sindicales. Este sector representó el 10% del total de víctimas. Luego le siguen un conjunto denominado otros sectores donde se incluyen estudiantes, trabajadores informales y sectores marginados de los circuitos de la economía. Los empresarios y los trabajadores del sector terciario representan cada uno  el 2% de las víctimas de masacres.

Presuntos responsables de masacres

Ver Gráfica 13

 

Durante el año 2002 los grupos paramilitares hicieron público la autoría de 1206 asesinatos por medio de masacres, lo que representa el 55 % de los casos durante el año. En circunstancias difusas por presentarse en zonas de disputa territorial se registraron 564 casos, que representan el 26% del total. Si se tiene en cuenta que estos crímenes se cometen con diversos niveles de responsabilidad estatal, se tiene que sumados a las 86 víctimas de la Fuerza Pública, que representan el 4 % del total, suman todos que directa o indirectamente el Estado es presunto responsable del 85 % de los casos. Respecto del año anterior, la responsabilidad estatal aumentó en 3%, a tiempo que a las fuerzas guerrilleras se les atribuyó en el 2002, el 13% de las víctimas de masacres, esto es 292 personas asesinadas en condiciones diferentes a la confrontación armada, mientras que fueron presuntamente responsables del 16% de masacres en el año anterior. 

Ejecuciones arbitrarias: homicidios selectivos.

Si en masacres se registra la tendencia a disminuir la intensidad de comisión de este crimen, el control político social a través de ejecuciones arbitrarias se orienta hacia los homicidios selectivos. En 1999 el CPDH registró 2.062 de estos asesinatos, en el siguiente año se incrementan en 65% para llegar a 3.406 víctimas, repitiéndose este macabro guarismo en el año 2.001, al presentarse 3.336 asesinatos de dirigentes sociales, políticos o de personas que representan sectores sociales a los que se les somete mediante el terror. En el año 2.002 murieron como víctimas seleccionadas y bajo el amparo estatal 4.419 personas, lo que representa un incremento del 25 %, a los que se suman las muertes registradas por el Banco de Datos del CPDH como “societales”, para alcanzar un dato dramático: 5.040 personas víctimas de homicidios selectivos.

Al observar la progresión de este tipo de ejecuciones arbitrarias, se puede inferir que los análisis que argumentan que Colombia asiste a un régimen político sustentando en la acción criminal contra fuerzas y sectores no gobernantes, que bajo el amparo de la impunidad penal, va marcando el rumbo de las reformas a las que se dirigen los gobernantes: la legalización de esta situación como medio de tratar de ganar legitimidad y perpetuar las relaciones de poder predominantes.

Homicidios selectivos por departamentos

Los homicidios selectivos por departamento muestran que en términos absolutos Norte de Santander presenta la mayor cantidad, con 994 víctimas, seguido de Antioquia con 796 homicidios selectivos. Le siguen Cauca con 324 asesinatos selectivos y el departamento de Magdalena con 302 crímenes.

Desde la perspectiva de la relación entre el número de homicidios selectivos y el tamaño poblacional del departamento, los resultados indican que el departamento con la mayor tasa  de homicidios selectivos por cada 100 mil habitantes es Arauca, con la cifra 84,2, luego de estar en el noveno lugar en el año anterior, con una tasa de 11,68.  El nuevo dato de este departamento va parejo con el de masacres y víctimas en masacres, colocando a esta región como un nodo del conjunto de políticas de control territorial del Estado, como se corrobora con su inclusión en las zonas de “rehabilitación y consolidación” establecidos bajo el régimen de Estado de Excepción.

Ver Gráficos 14 y 15

 

 

 

 

 

 

 

 

Norte de Santander sigue en cuanto a este índice de homicidios selectivos. Con 71 personas asesinadas, en proporción por cada 100 mil habitantes, esta región agrega otro lamentable dato que pone en evidencia el drama que vive su población, al comprobar que en cifras absolutas presenta más víctimas tanto de homicidios selectivos como de masacres, situación que comparada con el año anterior cuando registró una tasa de 25.41 homicidios por 100 mil habitantes, significa la duplicación de afectados por este tipo de crimen.

Con tasas que van entre 20 y 30 homicidios selectivos por 100 mil habitantes, están los departamentos de Huila (28,74), Risaralda (26,72), Cauca (24,94), Magdalena (22,66) y Santander (20,93). Los departamentos de Cauca y Santander mantuvieron cifras similares respecto del año anterior, mientras que los demás de esta lista presentaron un incremento de la tasa en 10 personas más por cada proporción.

Entre 10 y 20 homicidios selectivos por 100 mil habitantes están los departamentos de Tolima (18,93), Caquetá (10,08), Antioquia (13,90), Cesar (13,23), Córdoba (12,72) y Guaviare (11,33). Comparado con el año 2.001 Tolima, Cesar y Antioquia aumentaron el dato en aproximadamente 4, mientras que Córdoba aumentó este índice en 1.200 % (paso de 1.13 a 12.72), similar a Guaviare que registró ese año una tasa de 0,85.

Los departamentos siguientes registraron tasas entre 4 y 9 homicidios selectivos por cada 100 mil habitantes: Caldas (8,73), Bolívar (8,61), Putumayo (8,27), Chocó (5,85), Sucre (5,70), Valle (5,70), Meta (5,35), Casanare (4,98), y Atlántico (4,81). Comparado con el año 2.001, se destaca que Caldas duplicó la tasa, en Putumayo creció el 193%, Chocó disminuyó al pasar de 26,76 a la cifra aquí registrada, en Casanare se duplicó la cifra al igual que en Atlántico.

En los demás departamentos los registros señalan que se presentó un incremento en este tipo de crímenes, como en el caso del departamento de Cundinamarca, que paso de registrar 15 homicidios selectivos en el 2.001, a 59 en el año 2.002.

Sectores sociales afectados por homicidios selectivos

Ver Gráfico 16

De 1.849 casos de homicidios selectivos no se tiene información sobre su desempeño social, representando el 36,7 % del conjunto de esta información. Por su parte los trabajadores del campo son, al igual que en las masacres, las principales víctimas, al representar el 28,6 % de los casos, esto es 1.442 personas vinculadas al agro ejecutadas arbitrariamente.

Los trabajadores del sector industrial y manufacturero fueron víctimas de homicidios selectivos en el 16%, siendo de está forma más afectados que en masacres. Este dato indica que 795 trabajadores fueron asesinados, entre los que se cuentan dirigentes sindicales.

Del sector de servicios, el 6,6 % (333 trabajadores) fueron víctimas de homicidios selectivos. El 4.4 % (220 personas) fueron dirigentes empresariales. 64 dirigentes sociales que representan el 1.3% también fueron víctimas de este tipo de ejecuciones arbitrarias.  De otros sectores agrupados, fueron 337 las personas asesinadas, lo que representa el 6,7 % de esta estadística.

Presuntos responsables de homicidios selectivos

ver Gráfico 17

Paramilitares, grupos no identificados y Fuerza Pública son presuntamente responsables del 91% de los homicidios selectivos cometidos durante el año 2.002. A este conjunto de fuerzas se le atribuye la probable autoría del asesinato de 4.641 personas, que generalmente por estar ubicadas en sectores de la sociedad con agudos conflictos de intereses, o por su ubicación territorial en zonas de disputa del orden social, fueron objeto de la acción criminal dirigida a diezmar la resistencia de la población o a contener la insurgencia de fuerzas populares.

Las restantes personas, el 9%, víctimas de homicidios selectivos fueron atribuidas a las fuerzas guerrilleras. Estro significa que 465 pobladores murieron en circunstancias ajenas a la confrontación armada, en condición de población civil protegida por el derecho internacional humanitario.

Violaciones al derecho a la vida: amenazas contra la vida

Durante el año 2.002 fueron amenazadas colectivamente 665 personas, en 31 departamentos. Estos actos intimidatorios fueron dirigidos contra colectivos u organizaciones sociales o políticas, generalmente en circunstancias caracterizadas por el conflicto armado o por luchas reivindicativas de pobladores o trabajadores organizados. De otra parte. individualmente fueron afectadas por amenazas contra su vida 1.330 personas en todo el país.

Amenazas colectivas

Ver Gráficos 18 y 19

Antioquia con 99, Cauca con 84, Huila con 57 y el  departamento del Caquetá con 51 personas amenazadas mediante mensajes dirigidos a colectivos o a organizaciones sociales o políticas, encabezan los registros de este tipo de violación de derechos humanos. Esto muestra un cuadro de complementariedad entre las acciones criminales contra la población, las amenazas de acción, y el ambiente de impunidad penal, que permite aseverar que las amenazas no son un recurso virtual de control social, sino el anuncio cierto de empresas criminales en marcha.

Analizado en relación con la población de cada departamento, sobresale el departamento de Arauca, con una tasa de 14,8 amenazados por cada 100 mil habitantes. Con este dato, este departamento va expresando las mayores tasas de violaciones de derechos humanos registrados en el Banco de Datos del CPDH.

Le sigue el departamento de Caquetá, con una tasa de 11.7, muy probablemente asociado a la situación de ruptura del proceso de negociaciones entre las guerrillas de las FARC-EP y el gobierno nacional. Guainía también sobresale con una tasa de 10,1 amenazados colectivamente.

Con una tasa promedio de 6 personas amenazadas colectivamente están los departamentos de Cauca, Huila y la zona fronteriza del oriente y norte del país. La lógica de las amenazas, en tanto expresión de procesos atentatorios contra la vida que ya están en curso,  permite llamar la atención sobre la situación de la población en los departamentos de Amazonas, Vichada y Guaviare, que registran tasas entre 4 y 5 personas amenazadas.

En general, este dato permite cierta predicción en el sentido de que las violaciones de derechos humanos se mantendrán en todo el territorio, y que seguirán enfocadas contra colectivos, en especial aquellos ubicados en medio de luchas sociales y políticas.

Sectores sociales afectados por amenazas colectivas

Contrario a las masacres y homicidios selectivos, los trabajadores del campo se vieron afectados por amenazas colectivas en un 3%, esto es 18 personas del campo. Distinta es la proporción para trabajadores del sector de servicios (maestros, trabajadoras del hogar, religiosos y servidores públicos) que representaron el 45 % de los afectados. Significa que 301 personas de este sector social fueron intimidadas. Así mismo, 154 dirigentes sociales que representan el 23 %, fueron objeto de este tipo de acción. Otros sectores sociales representaron el 26% (174 personas) y 11 empresarios (el 2%) también fueron coaccionados.

Ver Gráfico 20

Presuntos responsables de amenazas colectivas

La principal responsabilidad por amenazas colectivas se le atribuye a las guerrillas, que intimidaron a 379 personas (el 57 % de los amenazados). Le siguen los paramilitares con el 34% que representan 226 personas. A grupos no identificados y a la Fuerza Pública se les imputa el 9% de amenazas, afectando a 64 personas.

En cuanto a la responsabilidad de las guerrillas, el dato resulta principalmente de las amenazas proferida por las FARC-EP a administraciones y cuerpos colegiados locales, en desarrollo de su estrategia de deslegitimar el poder público dominante.

Ver Gráfico 21

Amenazas individuales

En Cundinamarca y Arauca fue donde más amenazas individuales se produjeron, con 204 y 202 casos respectivamente. La situación en el primer departamento debe destacarse, más aún cuando registra una tasa de 9,2 personas amenazadas individualmente por cada 100 mil habitantes, después de Cauca con una tasa de 12.8. El departamento de Arauca  registra una elevadísima tasa de 78,7 personas amenazadas.

Ver Gráficos 22 y 23

 

 

 

 

 

 

 

 

Sectores sociales afectados y presuntos responsables de amenazas individuales

Ver Gráfico 24                                                     

El principal sector afectado son servidores públicos, los cuales representan el 37,37% del total de intimidados, esto es 497 personas, a las que se suman el 9,4 % de dirigentes políticos (125 personas) que prácticamente representan la mitad de la población coaccionada.

Ver Gráfico 25

La responsabilidad de estas amenazas es atribuida en el 38,57% de los casos a las guerrillas, en el 37,89 % a paramilitares. A grupos no identificados se le imputan el 16 % de los casos y a la Fuerza Pública el 7,44%.

La dinámica de esta situación sigue similar comportamiento al de amenazas colectivas, siendo notable el peso que la conminación que las FARC-EP han hecho a alcaldes, concejales y ediles para que renuncien de sus cargos.

Violaciones al derecho a la libertad e integridad personal

Desapariciones forzadas

Ver Gráfico 26

En total fueron desaparecidas forzosamente 734 personas durante el año 2.002, en 27 departamentos del país. Este tipo de delito contra la humanidad se mantuvo en el mismo trágico nivel de años anteriores, puesto que hubo 735 desapariciones forzadas en el año 2.001 y 732 en el año 2.000.

Por departamentos Nariño y Norte de Santander encabezan estos registros de crímenes de lesa humanidad, con 92 y 95 personas desaparecidas respectivamente. En el caso del segundo departamento, existe correlación con la intensidad de violaciones a derechos humanos, puesto que presenta situaciones tan dramáticas en cuanto a masacres, homicidios selectivos y amenazas a la vida. Respecto de Nariño es de resaltar que duplicó la cifra de desaparecidos, cuando se presentaron 48 casos.

Santander con 69 casos, Valle con 63, Antioquia con 58 y Arauca con 53 casos de desapariciones forzadas, constituyen los departamentos que presentan más personas desaparecidas en circunstancias que comprometen la responsabilidad estatal. Le siguen los departamentos de Cauca con 39 casos, disminuyendo en 34 casos respecto del año anterior; Magdalena con 38 casos, menos que en el 2.001 cuando registró 73 casos; y Bolívar con 37 desapariciones forzadas, cifra que bajo en 3 casos respecto del anterior año.

En los demás departamentos la situación de desapariciones forzadas mantuvo similar intensidad y gravedad a la registrada en los tres años anteriores.

Desde la perspectiva de tasas de desapariciones forzadas por cada 100 habitantes en cada departamento, se puede observar la magnitud de este tipo de violación de derechos humanos.

Ver Gráfico 27

Arauca sobresale de nuevo, con la mayor tasa de desapariciones forzadas por cada 100 mil habitantes, al alcanzar la cifra de 20,65, que representa un incremento de 16 veces con respecto al año anterior, cuando tuvo una tasa de 1.25. En los otros departamentos se registran tasas menores de 7 desaparecidos, que sin embargo reflejan la agudización de las violaciones a derechos humanos en contextos de conflictos políticos y sociales. Así, Norte de Santander encabeza este registro con una tasa de 6,76, seguido de Nariño con 5,44, Santander con una tasa de 4,86 casos,  y Caquetá con una tasa de 3,66 desapariciones. En todos estas regiones se han dado  aumentos de este tipo de crímenes.  

Tasas entre 2 y 3 desapariciones fueron registradas en los departamentos de Cauca (3), Magdalena (2,85), la Guajira (2,80), Cesar (2,21) y Quindío con una, tasa de 2,06. Exceptuando, La Guajira donde la tasa de desapariciones aumentó 10 veces, en los otros departamentos de esta lista disminuyeron las desapariciones.

Con tasas menores de 2 están los demás departamentos, donde la tendencia general fue la mantener similares índices de desapariciones que las presentadas en el año 2.001.

Sectores sociales afectados por desapariciones forzadas

El 46% de los desaparecidos forzosamente durante el año 2.002, son trabajadores del campo. Esto representa el hecho de que 343 hombre y mujeres vinculados a labores agrarias fueron detenidos arbitrariamente y luego no se reporta el paradero ni la situación  de la víctima. De 216 personas ( el 29%) no se tiene información acerca de su desempeño social. De trabajadores manufactureros y de la industria se registraron 86 casos que son el 12% del total. Entre el sector de servicios se produjo el 4% de los casos, esto es 27 personas de las que no se tiene noticia sobre su situación. Similar cantidad de personas, 28 que representan el 4% del total, son empresarios que fueron objeto de desaparición forzada; 8 dirigentes sociales y 26 personas más de otros sectores sociales padecen esta condición inhumana.

Ver Gráfico  28

Presuntos responsables de desapariciones forzadas

Ver Gráfico 29

 

Examinar presuntos responsables de desapariciones evidencia la validez de la definición que de esta violación de derechos humanos hace Naciones Unidas, al conceptuar que “se considera desaparición forzada la privación de la libertad de una persona, cualquiera que fuere su forma o motivación, cometida por agentes del Estado o por personas o grupos de personas que actúen con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado, seguida de la falta de información o de la negativa a reconocer dicha privación o de la denegación de información o del ocultamiento del destino o del paradero de la persona desaparecida” [13] .

En efecto, el 60,5 % de los casos de desapariciones forzadas se atribuye a grupos paramilitares, el 38,1% a grupos no identificados y el 1,4% directamente a la Fuerza Pública.

Detenciones arbitrarias

Ver Gráfico 30

En 18 departamentos se presentaron detenciones arbitrarias, generalmente después de entrada en vigencia de la declaratoria de Estado de excepción, mediante decreto 2.002 del 9 de septiembre de 2.002. Según registros del Banco de Datos del CPDH, en el año 2.002 hubo 766 detenciones arbitrarias, siendo Antioquia el departamento donde más hubo, con 204 personas privadas arbitrariamente de su libertad. Le sigue Arauca, donde 179 personas fueron detenidas, muchas de ellas en operaciones contra poblaciones enteras que fueron concentradas en lugares públicos. 

En los departamentos de Cauca y Valle se registraron igualmente números elevados de detenciones arbitrarias. En el primero hubo 66 detenciones arbitrarias y en el segundo 68. Siguen en orden de mayores detenciones, los departamentos de Nariño, Guaviare y Caquetá, con 24, 23 y 20 detenciones respectivamente.

Sectores sociales afectados por detenciones arbitrarias

Ver Gráfico 31

 

Trabajadores del campo componen el 18% de las detenciones arbitrarias, esto es 137 personas a las que se les detuvo violando normas internas y derechos reconocidos por el derecho internacional de los derechos humanos. El 15 %, 113 personas detenidas, están vinculadas al sector de servicios de la economía nacional; 88 personas de otros sectores sociales fueron afectadas, representando el 11% de los registros. Sin embargo, de 412 personas, que representan el 53% del total, no se tiene noticia acerca del sector social al que pertenecen.

Responsables de detenciones arbitrarias

Ver Gráfico 32

Como las detenciones arbitrarias se cometen directamente por la Fuerza Pública, aunque también se registra la colaboración de paramilitares, es de notar que casi la mitad de los casos ocurren por directa acción del Ejercito Nacional, que en el 48% de los casos ejerció funciones de policía judicial, mientras que la Policía Nacional actuó en el 46% de los casos. El aporte de los paramilitares se cifró en el 4%.

Graves infracciones al derecho internacional humanitario

Atendiendo el carácter político de la insurgencia armada, sus acciones bélicas son objeto de seguimiento específico en el Banco de Datos del CPDH en la medida en que afecte a personal protegido por el derecho internacional humanitario, aunque estén en el contexto de la confrontación bélica. Se asume

que el Estado al violar derechos humanos también está infringiendo las normas internacionales que protegen a  la población en conflictos no internacionales. Por esta razón los datos que aquí se presenten aluden solamente a las fuerzas guerrilleras.

Masacres atribuidas a fuerzas guerrilleras

Ver Graficos 33 y 34

 

Entre las fuerzas guerrilleras las FARC-EP registra más infracciones graves al derecho internacional humanitario. Durante el año 2.002 se le atribuyeron 53 masacres con el resultado infausto de 253 víctimas. Antioquia fue el departamento que más hechos de tipo presentó, al contarse allí 11 masacres con 52 víctimas. En el Meta acometieron 4 masacres que dejan 29 personas muertas. En el Huila 7 masacres dejaron 25 víctimas. Cundinamarca fue escenario de 6 masacres que dejaron 21 asesinados, mientras que en el departamento de Bolívar ejecutaron igual número de personas, pero en 3 masacres. En total el radio de acción de esta fuerza insurgente, lo constituyó 17 departamentos, donde en promedio cometieron 3 masacres, con una media de 14 víctimas.

Al ELN se le atribuyeron 8 masacres en 4 departamentos, con resultado de 31 personas asesinadas. Al ERP  le imputaron 2 masacres, con 8 víctimas, en el departamento de Bolívar.

Ver Gráfico 35

La mayoría de las masacres y de las víctimas causadas en el departamento del Huila, se imputaron a las FARC-EP, en un 64% y 60% respectivamente. La mitad de estas graves infracciones al derecho internacional humanitario fueron presuntamente de responsabilidad guerrillera, en los departamentos de Guaviare, Tolima y Cundinamarca. El 50% de víctimas en  masacres en los departamentos de Meta y Bolívar, se atribuyen a las guerrillas.  En los restantes 11 departamentos la participación guerrillera en este tipo e crímenes están entre menos del 1% y el 13%.

Homicidios selectivos atribuidos a las guerrillas

Ver Gráfico 36

 

De los 5.040 homicidios selectivos cometidos durante el año 2.002, fueron atribuidos a las guerrillas 465 (9.22%), de los cuales el 84% se imputan a las FARC-EP, al ELN el 12%, y al ERP y al EPL, el 2% a cada uno.

Ver Gráfico 37

El mayor número de homicidios selectivo atribuido a las FARC-EP fue cometido en los departamentos de Huila y Antioquia, donde dieron muerte a 74 y 67 personas en condiciones de civil. En Cundinamarca mataron a 37 civiles y en Tolima a 34. Le sigue en magnitud de infracción grave al derecho internacional humanitario, el departamento de Caquetá, con 27 víctimas civiles. En los restantes 21 departamentos esta fuerza guerrillera cometió entre uno y 15 homicidios selectivos.

Ver Gráficos 38 y 39

Por su parte al ELN se le atribuyeron 24 homicidios selectivos en el departamento de Antioquia, 8 en Norte de Santander y 6 en Arauca. En los 8 restantes departamentos dieron muerte de entre uno y tres civiles. El EPL cometió 7 homicidios en civiles, en el departamento de Risaralda. El ERP a su vez actuó de esta forma en los departamentos de Bolívar y Sucre.

Ver Gráfico 40

La proporción en cada 100 homicidios selectivos de responsabilidad de las guerrillas, fue del 60,7 en el departamento de Cundinamarca, que visto junto a masacres, pone de presente que en esta región es la insurgencia armada la que viene desplegando acciones contra la población civil, de forma que deslegitima su naturaleza política. Significativamente se les atribuye responsabilidad en los departamentos de Caquetá, Sucre, Nariño, Chocó, Guaviare, Huila, Meta y Casanare, dado que en cada uno de estos presuntamente fueron responsables de entre 20 y 34 homicidios.

Junto a Cundinamarca están los departamentos de Huila y Caquetá, como los lugares donde la guerrilla viene incrementando su accionar contra las reglas humanitarias de la guerra, configurando así, con los demás departamentos en menor intensidad, situaciones de crisis humanitaria, resultado de la degradación del accionar bélico.

Víctimas civiles en confrontación armada

Ver Gráfico 41

 

Resultado de enfrentamientos entre fuerzas estatales e insurgentes, resultan afectadas civiles ajenos a la dinámica bélica. Tal es la situación presentada en el municipio de Bojayá, Chocó, donde en mayo del año 2.002, se dieron combates entre las FARC-EP y grupos paramilitares, que dejaron en medio del fuego cruzado a la población, la cual buscando protección se refugió en la iglesia de la localidad, que al ser destruida dejó el aciago resultado de 118 pobladores muertos. En diversas situaciones, en la Guajira murieron 73 personas en medio del conflicto. En 21 departamentos más, la confrontación armada cobró vidas de civiles, quienes son personas protegidas por el derecho internacional humanitario.

Sectores sociales afectados por ataques a población civil

Ver Gráfico 42

Al igual que en otros registros de violaciones de derechos humanos, son las personas que viven del agro las más afectadas, en este caso de 346 civiles

muertos, el 56% pertenecían a este sector. Del 25% no se tiene información, 6% eran trabajadores del sector industrial y manufacturero, el 10% estudiantes y el 1% indígenas.

Violaciones a los derechos humanos por departamentos

Ver Gráfico 43

En esta gráfica se observa a Arauca con los mayores índices en cuanto víctimas de masacres, homicidios selectivos y desapariciones forzadas.  Registra tasas por 100 mil habitantes de 29,61 asesinados en masacres, 84,16 de homicidios selectivos y de 20,65 en desapariciones forzadas. Es de lejos el departamento que con mayor rigor sufrió de las acciones tendientes a su control social y político. Le siguió en gravedad de deterioro de los derechos humanos, el departamento de Norte de Santander, que viene de una situación aguda desde el año anterior. Este año despunto en estas estadísticas el departamento de Caquetá, en buena medida como causa de graves infracciones al derecho internacional humanitario cometidas por las fuerzas guerrilleras.

Del conjunto de violaciones es de notar que los homicidios selectivos tendieron ha prevalecer con más fuerzas en departamentos como Huila, Cauca, Risaralda, Santander, Tolima y Caquetá.

En los municipios declarados “zonas de rehabilitación y consolidación”, aplicando el Estado de Conmoción Interior, se registraron los siguientes datos de violaciones de derechos humanos.

Ver Gráfico 44

Masacres hubo en 5 municipios, de los 21 bajo control militar. En Arauca se presentó una masacre que dejó 20 personas muertas, en el mes de junio. En San Juan Nepomuceno hubo dos masacres, una en junio con saldo de 3 personas muertas, y otra en septiembre donde 15 personas perdieron la vida. En ambos casos, estas masacres fueron atribuidas a las FARC-EP. En Saravena hubo 3 masacres, dos de las cuales fueron atribuidas a paramilitares y una a guerrilleros. En Ovejas se cometió una masacre con 5 víctimas, atribuida a paramilitares. Y en Carmen de Bolívar en marzo y agosto se cometieron masacres, la primera con 3 víctimas y la segunda con 4 muertos.

Ver Gráfico 45

Homicidios selectivos se cometieron en 11 de los municipios declarados de “rehabilitación y consolidación”. La mayor cantidad de estos crímenes se cometieron en Arauca y Arauquita. En los 9 municipios restantes, las cifras de estos crímenes están entre una o dos víctimas. En el municipio de Arauca se cometieron 136 homicidios selectivos, con mayor número de víctimas desde el mes de mayo.

Ver Gráfico 46

En cuanto a desapariciones forzadas, se cometieron en 4 municipios bajo control militar, siendo en el municipio de  Arauca donde en el mes de junio desparecieron a 28 personas.

Sectores sociales afectados por violaciones de derechos humanos

Ver Gráfico 47

En el año 2.001 los trabajadores del campo fueron los mayores afectados por masacres, homicidios selectivos y desapariciones forzadas. Respecto del año anterior se incrementó en 382 víctimas, llegando así a la cantidad de 2.725 personas del campo asesinadas o desaparecidas.

Trabajadores del sector secundario de la economía fueron afectados en cantidad de 1.107 víctimas de estos tres tipos de violación de derechos humanos. Entre los trabajadores del sector servicio, los afectados fueron 406 personas. 301 víctimas eran empresarios. 80 dirigentes sociales o políticos. Y de otros sectores sociales, 469 personas fueron víctimas de estos crímenes.

Especial atención merece la situación de los dirigentes sindicales. El equipo Nizkor de derechos humanos, con base en datos suministrados por las centrales obreras, había contabilizado entre enero y noviembre de 2.001, 148 dirigentes sindicales asesinados.

Mujeres víctimas de violaciones de derechos humanos

Ver Gráfico 48

Fueron víctimas en masacres, de homicidios selectivos, desapariciones forzadas y de ataques a población civil, 866 mujeres, durante el año 2.002, que representan el 10,42 del total de estos registros. Estos datos se discriminan en 218 mujeres muertas en masacres, que son el 9,94% del total de víctimas en este tipo de crimen; el 8,63% de los homicidios selectivos, 435 casos, fueron mujeres; 103 mujeres, el 14,03%, de las desapariciones forzadas tuvieron como objeto a mujeres y la mayor proporción fue de mujeres muertas en ataques a población civil, que alcanzó la cifra de 110, que representan 31,79% de las personas civiles fallecidas en medio de la confrontación armada.

En todos los casos examinados la cuota fatídica de mujeres ha aumentado. En masacres creció 1,26%, en homicidios selectivos aumento 0,62%, en desapariciones forzadas prácticamente la cifra se duplico, puesto que aumentó 6,55%.

Mujeres víctimas de masacres

Ver Gráfico 49

Caquetá registra la mayor tasa por 100 mil mujeres fallecidas en masacres. Allí 18 mujeres murieron en estas circunstancias, representando una tasa de 8,67. Le siguió en este drama las mujeres del departamento de Arauca, donde 9 de ellas fueron asesinadas en masacres, representando una tasa de 7,4 por cada 100 mil mujeres. Norte de Santander, Guaviare y Antioquia le siguen en magnitud de mujeres víctimas de masacres.

Sectores sociales de mujeres afectadas por masacres 

Ver Gráfico 50

De 79 mujeres, 36.4%, no se tiene información acerca de su vínculo social. Mujeres del campo fueron asesinadas en estas circunstancias 74, que representan el 34,1%. Del sector de servicios fueron víctimas 33 mujeres, esto es 15,2%. 27 mujeres fueron registradas como de otros sectores sociales, representando 12,4% de la composición social de víctimas de masacres.

Presuntos responsables de victimar a mujeres en masacres

Ver Gráfico 51

A grupos paramilitares se atribuye la muerte de 116 mujeres en masacres, representando el 54% del total de mujeres sacrificadas en estas circunstancias. Por diversas evidencias a la Fuerza Pública se le responsabiliza del fallecimiento de 9 mujeres (4%). Grupos armados no identificados fueron responsables de la muerte 51 mujeres, que representan el 23% de estos casos. Las fuerzas guerrilleras fueron implicadas como responsables de la muerte de 42 mujeres, aportando a estas luctuosas cifras el 19% de presunta responsabilidad.

Mujeres víctimas de homicidios selectivos

Ver Gráfico 52

En 28 departamentos ocurrieron los casos de 435 mujeres víctimas de homicidios selectivos, que relacionados con la población femenina de éstos, en proporción por cada 100 mil, deja como resultado la tasa más alta en Arauca, 18,8, que significa que 23 mujeres fueron asesinadas en condiciones que comprometen la responsabilidad del Estado, a tiempo que cimienta  el control social y político sobre la población, a través del terror de la muerte amparada en la impunidad.

Norte de Santander le sigue a Arauca, en cuanto a la magnitud regional de homicidios selectivos contra mujeres. Allí  68 mujeres, que representan una tasa de  9,8 por cada 100 mujeres del departamento, fallecieron víctimas de este tipo de crimen. Con 17 víctimas mujeres está el departamento de Caquetá, representando la tercera tasa, con 8,2 por cada 100 mujeres. Le sigue el Huila, donde 35 mujeres fueron objeto de este crimen, lo que significó en esta región una tasa de 7,5.

El número de mujeres víctimas de homicidios selectivos en los demás departamentos, fue: Antioquia 106, Atlántico 6, Bogotá 4, Bolívar 3, Boyacá 2, Caldas 7,  Cauca 21, Choco 3, Cesar 11,  Córdoba 9, Cundinamarca 8, Guaviare 2, La Guajira 1, Magdalena 19, Meta 2, Nariño 4, Quindío 1, Risaralda 17, Santander 24, Sucre 1, Tolima 19, Valle Del Cauca 20, Y Putumayo 2.

Sectores sociales de mujeres afectadas por homicidios selectivos

Ver Gráfico 53

De 155 mujeres no se obtuvo información acerca de su vínculo social, representando la mayoría de los casos, al alcanzar el 35% de esta estadística. Mujeres del campo fueron las principales víctimas, llegando a la lamentable cifra de 107, el 25%. Otra cuarta parte de víctimas, el 24%, eran mujeres vinculadas al sector de servicios, lo que significa que 103 de ellas fueron asesinadas. 12 eran dirigentes sociales o políticas y 49 pertenecían a otros sectores sociales.  Del sector secundario de la economía, 9 fueron víctimas de este crimen.

Presuntos responsables de homicidios selectivos contra mujeres

Ver Gráfico 54

La mayor responsabilidad de homicidios selectivos (43%) fue atribuida a paramilitares, dado que en 187 casos la información disponible así lo indica. En 163 casos (37,5%) no se pudo establecer la identidad de los presuntos responsables.  A la fuerza Pública se le imputa la autoría en 10 casos (2,3%) y las fuerzas guerrilleras, se les atribuye el homicidio fuera de combate de 75 mujeres (el 17.2%.)

Mujeres víctimas de desapariciones forzadas

Ver Gráfico 55

Doce mujeres fueron objeto de desaparición forzada en el departamento de Arauca, lo que configura una tasa de 9,8 por cada 100 mil mujeres de esta región. Aunque más mujeres fueron padecen de este crimen en Norte de Santander, al haber sido desaparecidas 18, la tasa respecto de la población femenina es de 2,6. Le sigue en gravedad frente a este crimen de lesa humanidad, el departamento de Nariño, donde son víctimas 16 mujeres.

Sectores sociales de mujeres afectadas por desapariciones forzadas

Ver Gráfico 56

En las 103 desaparecidas, 45,6% (47 mujeres) están vinculadas a labores del campo. De 30 de ellas no se tiene información sobre su condición social. El sector de servicios 11 mujeres fueron objeto de desaparición forzada. Doce pertenecen a otros sectores. Y tres son el sector secundario de la economía.

Presuntos responsables de desapariciones forzadas de mujeres

Ver Gráfico 57

A grupos paramilitares se atribuye la responsabilidad por la desaparición de 63 mujeres (61%). A grupos armados no identificados se imputan 38 mujeres desaparecidas. Y al Ejército se le atribuyen 2 casos.

Mujeres víctimas en ataques a población civil

El caso más destacado es la población civil afectada por los combates entre las FARC-EP y paramilitares en el municipio de Bojayá, Chocó, donde perecieron 56 mujeres (48% del total de víctimas), que representan una proporción de 28

mujeres victimadas por cada 100 mil mujeres del departamento. En el departamento de Caquetá 8 mujeres fueron muertas en estas circunstancias, mientras que en Guaviare dos. En los restantes 10 departamentos donde hubo mujeres víctimas de ataques indiscriminados, se registraron los  siguientes número de casos: Antioquia 18, Arauca 2, Bogotá 9, Bolívar 1, Boyacá 1, Caldas 3, Córdoba 4, Cundinamarca 1, Magdalena 1, Norte del Santander 2, Risaralda 1, y en Tolima un caso.

Gráfico 58

Sectores sociales de mujeres víctimas en ataques a población civil

Ver Gráfico 59

La mayoría de las mujeres que perdieron la vida en ataques indiscriminados contra la población civil estaban vinculadas a labores en el campo. En efecto, eran del campo el 65%, esto es 73 mujeres. Del total de víctimas 11 eran estudiantes, 3 trabajan en su hogar, una era trabajadora en la industria, otra empresaria y otra profesional. De 20 casos no se obtuvo información.

Presuntos responsables de violaciones de derecho humanos

Ver Gráfico 60

El total de víctimas de masacres, homicidios selectivos y desapariciones forzadas es de 7.961 personas. La principal responsabilidad de estos crímenes se atribuye a paramilitares, en el 49,23%, significando que 3.919 personas fueron objeto de su accionar militar. A la fuerza Pública se le acuso de 162 de estos casos, figurando así con 2,03% de estas estadísticas.  A las fuerzas guerrilleras se le atribuyeron el 9,51 de casos, lo que implicó que por sus operaciones fuera de combate murieron 757 personas.

3.123 personas, el 39,23%, fueron víctimas de grupos armados no identificados. Esto corrobora que la impunidad es un dispositivo del régimen político, mediante el cual encubre las operaciones ilegales de agentes estatales, que generalmente obedecen al despliegue de estrategias contrainsurgentes, que sin necesidad de coordinación directa en el aparato estatal, opera con los variados caminos que deja abierta la manera de operar el sistema de justicia en el país, los planes militares que se focalizan sobre las guerrillas, los medios de comunicación que sobredimensionan los efectos de las acciones guerrilleras y minimizan la magnitud de los crímenes de paramilitares y la estrategia oficial de plantear que el problema de los derechos humanos es de todos, asunto este en que algunos sectores de la intelectualidad empiezan a pisar el terreno del relativismo que oculta la gravedad de la crisis de derechos humanos en Colombia.

De otra parte, fueron de plena responsabilidad estatal las detenciones arbitrarias de 766 personas, la mayoría de ellos, bajo el amparo de las medidas represivas decretadas por el gobierno con la promulgación del Estado de Conmoción interior en septiembre de 2002, en lo que constituye una evidencia de que el régimen se esfuerza por hacer transito hacia la legalización de sus ejecutorias extralegales.

Derechos Humanos en la lucha por la dignidad de todos los colombianos y las colombianas

La movilización por la conquista de derechos humanos para todas y todos, se despliega en Colombia a través de la reivindicación de las libertades políticas, los derechos socio – económicos y de una nueva fase del proceso de construcción de una solución negociada al conflicto político, social y armado que vive el país.

Los resultados de este crítico balance de los derechos humanos en el año 2.002, permiten observar la continuidad en el tiempo, ampliación de la magnitud, extensión territorial y crecimiento de violaciones de derechos humanos. Todos estos factores permiten aseverar que la negación de derechos a la población es parte integral del régimen político y del Estado, en tanto la situación de violaciones de derechos humanos se constituye en el modo preferente de mantener las relaciones entre gobernantes y gobernados y, correlativamente, la forma de conservar las relaciones de poder predominantes en la sociedad.

La continuidad de las masacres, homicidios selectivos y desapariciones forzadas, se expresa en el incremento anual de víctimas, la permanencia de estas violaciones en los departamentos, la constancia en afectar a los mismos sectores sociales, y su comportamiento coyuntural relacionado con momentos de auge de las luchas sociales o de momentos críticos en las negociaciones con la insurgencia armada.

La magnitud de las violaciones de derechos humanos se observa en la relación entre victimas y población de cada departamento. Este dato nos permite observar que los crímenes contra expresiones políticas y sociales disidentes del régimen tienen un ritmo superior a la tasa de crecimiento de la población, haciendo previsible la tendencia al agravamiento de la situación de los derechos humanos.

Nuevos departamentos aparecen con estadísticas incrementadas de violaciones a derechos humanos, expresándose así que operaciones encubiertas de Estado exitosas por sus resultados en el disciplinamiento social, se replican en aquellos lugares donde otras formas de control social se desdibujan, bien sea por la reacción de la población a la precaria atención del Estado en materia de derechos fundamentales, o por la presencia de fuerzas políticas que disputan la legitimidad de los gobernantes.

Y la ampliación de derechos conculcados, es otro indicio del carácter estatal de las violaciones de derecho humanos. En este informe se destaca en este sentido el incremento de detenciones arbitrarias, particularmente desde que el gobierno decretó el Estado de Conmoción Interior, a tiempo que ponía en marcha el eje dela totalidad de su política de gobierno: la estrategia de seguridad democrática.

El asunto de la seguridad, con el adjetivo de democrática, es la manifestación de la visión sobre el orden público y los derechos humanos prevaleciente en el establecimiento. Se trata de abocar el problema de la negación de derechos por la vía de la legalización de esa  negación, de manera que lo que antes se consideraba una violación sea visto ahora como la aplicación de la ley. Así también lo observa Amnistía Internacional cuando sostiene que "muchas de las medidas adoptadas en pos de garantizar mayor seguridad, no son dirigidas en contra de los grupos armados ilegales sino de la mayoría de los colombianos, cuyos derechos se ven recortados y cuya seguridad ante el abuso de poder y la arbitrariedad es socavada. Si seguridad significa la protección de pocos a costa de la inseguridad y desprotección de los derechos de los demás, no sería sino una mera ilusión." [14]

Esta estrategia de seguridad interna del Estado contiene en su aspecto ideológico la persistencia en tres tesis, que a fuerza de repetir aspira a que se conviertan en verdad: 1. que la situación social y económica del país obedece a la acción de las fuerzas insurgentes armadas, 2. que los derechos humanos son de responsabilidad de todos, y entre ellos como un ciudadano más estaría el Estado, y 3. que Colombia vive una situación de violencia generalizada, cuyos orígenes son múltiples, cuyas soluciones están en terapias culturales para que todas las personas interioricen las normas y con la eliminación total de la nueva fuente de todos los males: el terrorismo.

En este punto se enlaza la perspectiva de la movilización por los derechos humanos en Colombia. Si para el régimen el núcleo de su quehacer es la estrategia de seguridad, para los gobernados la perspectiva es la lucha por los derechos sociales, económicos, culturales, civiles y políticos, junto con la persistencia en la búsqueda de una solución negociada al conflicto interno.

Los derechos sociales, económicos y culturales se ponen al orden del día, porque allí radica en buena medida la razón de ser de la persistencia en las violaciones de derechos humanos, en tanto es con represión que se pretende contener la resistencia de los trabajadores al modelo económico de expoliación de la riqueza nacional, impuesto por agencias financieras transnacionales.

Los derechos civiles y políticos vuelven a ser bandera de las fuerzas democráticas del país, en tanto el régimen persista en su estrategia de institucionalización de la arbitrariedad como sustento de su poder.

Y la lucha por la solución negociada al conflicto político, social y armado que vive el país,  se constituye en un eje articulador de la acción popular, en la medida en que logre condensar una perspectiva de tramitación de las contradicciones económicas, sociales y políticas que deterioran la dignidad humana de todos y todas en Colombia. En esta senda se impone la movilización por un acuerdo humanitario para el intercambio de prisioneros y la preservación del carácter político de la confrontación armada, a través del acatamiento del derecho internacional humanitario.

 

 



[1] En este documento se acota que “Colombia ha ratificado la mayoría de los principales intrumentos internacionales de derechos humanos, tales como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y su Protocolo Facultativo, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer y la Convención sobre los Derechos del Niño; y es signatario del Estatuto de la Corte Penal Internacional. Tambien es Parte en la mayoría de los tratados de derechos humanos del sistema interamericano, como la Convención americana sobre derechos humanos, la Convención interamericana para prevenir y sancionar la tortura y la Convención interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer, y es signatario de la Convención interamericana sobre desaparición forzada de personas”.

[2] Naciones Unidas. Consejo Económico y Social. Comisión de Derechos Humanos. Informe de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos sobre la situación de los derechos humanos en Colombia. 20 de marzo de 2001.E/CN.4/2001/15 Página 10. Párrafo 24.

[3] Colombia ratificó en agosto el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, con la salvedad sobre los crímenes de guerra.

[4] Naciones Unidas. Consejo Económico y Social. Comisión de Derechos Humanos Informe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos sobre la situación de los derechos humanos en Colombia. E/CN.4/2003/13. 24 de febrero de 2003. Párrafo 41

[5] OFICINA DEL ALTO COMISIONADO DE LAS NACIONES UNIDAS PARA LOS DERECHOS HUMANOS. Manual de capacitación para la fiscalización de los derechos humanos. SERIE DE CAPACITACIÓN PROFESIONAL Nº 7. NACIONES UNIDAS. Nueva York y Ginebra, 2001. Página 10.

[6] Ibidem, páginas 45 y 46.

[7] DNP. Informe sobre masacres durante 1.999.

[8] Todos estos instrumentos han sido ratificados por el Estado colombiano.

[9] Naciones Unidas. Consejo Económico y Social. Comisión de Derechos Humanos. Informe de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos sobre la situación de los derechos. E/CN.4/2001/15 humanos en Colombia. 20 de marzo de 2001. Página 10. Párrafo. Párrafo 25.

[10] Decreto 2002 de 9 Septiembre de 2002

[11] Observaciones de la Oficina en Colombia del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos sobre el estado de excepción. Bogotá, 1 de octubre de 2002. En : http://www.derechos.org/nizkor/colombia/doc/onucol1.html

[12] http://www.terra.com/actualidad/articulo/html/act122778.htm

[13] ONU. COMISIÓN DE DERECHOS HUMANOS. Anteproyecto de Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas.. 17 de agosto de 1998.  E/CN.4/Sub.2/1998/WG.1/CRP.2/Rev.2 .

 

[14] Javier Zúñiga, Director de Estrategia de Amnistía Internacional. http://www.edai.org/temporal/colombia/colombiabis.htm